martes, 21 de julio de 2009

INDIGNACIÓN

Los políticos y altos cargos de la administración pública reciben gratis entradas para festivales de teatro, conciertos, exposiciones, partidos de futbol -y, ay cómo no se presenten en el palco-; realizan viajes intercontinentales en clase preferente; aceptan regalos (trajes, bolsos, joyas), también para la familia (que tanto sufre la plena dedicación del cabeza de familia); se les organizan cenas multitudinarias, grandes fiestas, en restaurantes o clubs de carretera, con o sin chicas vips, alegres o azafatas, algo para despejar la nariz, comisiones del tres por ciento van de mano en mano -que la obra pública no es fácil de lograr-; colocan a hermanos (la familia, de nuevo); saltan de puesto en puesto hasta que acaban en un consejo de dirección de una gran empresa (pública o privada), etc.

Pero, ¿y los funcionarios del Ministerio de Educación? Los profesores universitarios, ¿nada? ¿ni una oferta? ¿Ni una insinuación?

Hubo un tiempo que los estudiantes regalaban una cesta de navidad, cada vez más pequeña y menos surtida, a los profesores; cuando las academias, en el bachillerato, éstas enviaban un obsequio (figurita de Lladró, principalmente) al profesor del instituto que corregía los exámenes.

Por nuestra parte, hacemos nuestros pinitos. Nos esforzamos. Hace algún tiempo, llegó incluso la factura de la limpieza de una alfombra persa del domicilio de un profesor; se compran libros, portátiles con fondos públicos, que se guardan en casa; Algún catedrático no imparte clase porque coincide con otros trabajos más renumerados y da cuatro duros a un becario para que que imparta la docencia; la universidad paga a un alumno para que trabaje de secretario particular en casa del profesor; se trabaja simultáneamente en universidades públicas y privadas, que no remuneran mal, siendo un funcionario con plena dedicación; etc.

Minucias. Que luego llega una Rita Barberá con sus bolsos Louis Vuitton de cuatro mil y pico euros y nos deja en pañales. No podemos competir.

Como bien dijo esta gran aforista, los regalos, que siempre caen, están de acuerdo con la importancia del cargo. Así va la Educación en España: no cuenta para nada. Nada esperan de nosotros.

Eso sí, si alguien piensa en resarcirnos, que no nos compre los trajes en Milano. Que de Gucci no baje por una vez. La educación ya está bastante desprestigiada.

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