viernes, 17 de septiembre de 2010

El final de la arquitectura tal como la hemos conocido (la destrucción del hogar)



La película Zabriskie Point (el título es el nombre de una zona del Valle de la Muerte), de Michelangelo Antonioni, de 1970 -muy o excesivamente marcada por el gusto psicodélico, y definitivamente fechada- terminaba con una larguísima escena extática, a cámara lenta, que pronto se convirtió en "mítica" (aunque denostada, caricaturizada en su tiempo por su desmesura): explosiones dantescas, durante las cuales, siguiendo el ritmo hipnótico de un tema de Pink Floyd (Careful with that Axe, Eugene -del disco Ummagumma, 1969-, reescrito en otra clave y titulado Come in Number 51, Your Time is Up), un edificio (que recuerda la última mediocre obra de Wright), perteneciente a una urbanización ilegal en el desierto, y muebles, electrodomésticos (neveras y congeladores) y enseres de un hogar moderno y paradisíaco estallaban en mil pedazos, mientras fragmentos y bultos mutilados, en medio de nubes y un cielo estrellado de residuos diminutos, ascienden y caen lentamente, un ballet mecánico e imprevisible al mismo tiempo, que parece no tener fin, y que sugiere liberación y el fin: Un pollo desplumado y congelado -un ave que no vuela- levita grotescamente, inmenso y repulsivo, en primer plano, por primera vez.

En la película, las explosiones son un sueño de la protagonista.

Hoy, cuarenta años más tarde, esta escena final adquiere extrañas connotaciones.

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