lunes, 1 de noviembre de 2010

Celdas & Células






En francés, una cellule es una célula: un elemento básico constituyente de un ser vivo. Éste resulta de un agregado de células. Diminutas, circulares o vueltas sobre sí mismas, las células no pueden agregarse sin perder su unicidad. Son auto-suficientes. Ya son vida. De algún modo, no necesitan nada más ni a ninguna otra. Son un universo auto-suficiente, satisfecho. Viven. Mas, ¿de qué modo?

Cellule también significa celda. Procede del latín cellula, que nombra un espacio carcelario. Las celdas son lugares de soledad. Unidades básicas de protección y de encierro. Celdas existen en cárceles y en convento; lugares de encierro o de recogimiento. La vida en común no puede desarrollarse en una celda, necesariamente individual. Segrega y al mismo tiempo protege a quien se está encerrado así como a los demás, moradores de otras celdas, a la colectividad. Una vida mínima solo puede llevarse a cabo en una celda. Atiende a las funciones básicas. Las celdas carcelarias y conventuales, de hecho, contienen lo estrictamente necesario para la vida rutinaria: útiles para comer, arreglarse y dormir. Una vida reducida. Sin contacto con el exterior. El único cara a cara es con uno mismo. El viaje, la exploración solo pude ser interior: soñada o imaginada. La celda es el espacio de la liberación mental, a costa de la física. Las celdas apenas se diferencias de los nichos. Los encerrados, voluntariamente o no, son como muertos en vida. Las celdas siempre se asocian a las murallas. Se trata de espacios difícilmente accesibles, siempre cerrados.
Uno pronto se olvida de la existencia de los moradores de celdas. Como si vivieran en el limbo. Abandonados a su suerte. Con un lugar propio en el que nadie más tiene cabida. Forman una unidad con su espacio. No pueden desprenderse de éste. Todos sus gestos, sus costumbres están condicionadas por las cuatro paredes en los que están recluidos. No se les ve (no quieren que se les vea). Apenas se les oye. Nada de lo que realizan trascienda, llega al exterior. Solo actúan para sí mismos; solo pueden cuidarse. No necesitan nada ni nada pueden esperar del exterior. Su mundo es completo. Lo tienen todo, mas nada pueden dar.

Eshel Meir, apodado Absalon, fue un artista israelí, fallecido en París a los veintinueve años (1964-1993). Su obra consistió en celdas (Cellules). O, mejor dicho, en celdas, todas iguales, puestas en varias grandes ciudades cruzadas por un tráfico incesante, en las que habitaba. Se trataba de esculturas (¿esculturas?) de madera habitables, en forma de moradas mínimas (apenas 10 m2), dotadas de los elementos básicos para la vida. Compuestas a base de volúmenes geométricos puros (cubos, prismas, cilindros), pintados de blanco, casi sin aristas, tenían una misma imagen interior y exteriormente. Los movimientos eran dificultosos, condicionados por la estrechez del volumen y la proximidad de todos los elementos; los desplazamientos, inciertos y lentos. La imposibilidad de permanecer mucho tiempo con una misma postura, en un mismo sitio, obliga a un constante y cíclico movimiento, como si de una vida unicelular se tratara. La celda formaba una unidad con el cuerpo. Los cantos redondeados, las paredes curvas evocaban formas orgánicas, adaptadas a un cuerpo vivo. El nicho parecía perfectamente amoldado al cuerpo que, sin éste, se hubiera sentido desprotegido, desnudo. Nicho que recordaba un vientre materno. Pocos lugares invocaban mejor el contacto con el espacio originario. La imagen del capullo cerrado, que envuelve y protege a un ser vivo, suscita sensaciones placenteras o reconfortantes. La celda aislaba al artista -convertida en actor o intérprete de su propia obra-, como un caparazón. Se trataba de la protección perfecta. El entorno urbano era suficientemente duro y ruidoso para invitar al ensimismamiento. Como con una concha o un cascarón (formas que generan vida, y que protegen la vida, pero que tienen que romperse para dejar paso a la vida), no se producía ningún juego entre el cuerpo y el envoltorio. A cada momento, en cualquier lugar, el cuerpo estaba bien defendido.
La vida era un infierno. La protección absoluta (que la sociedad moderna busca a gritos) constriñe, encierra, aísla, entierra. La obra de Absalon abre inquietantes perspectivas sobre el núcleo habitable actual, y sobre la ciudad sobre protegida). Espacios en los que todos los movimientos están pre-tederminados, inducidos, fomentados. Lugares en los que solo caben ciertas posiciones o actitudes. Pocos artistas echaron tanta luz sobre la función de habitar, sobre cómo se debería habitar.

"In July 1992, Bernard Marcadé wrote Absalon’s Monadology. In this essay, after citing Manzoni,
Malevich, Le Corbusier, Boltanski, and Kafka as eventual guiding influences on this artist, the
author develops three specific points. The first is the establishment of kinship between Absalon’s
cell and Leibniz’s monad: a simple substance, impenetrable by all external actions, different each
time, and endowed with qualities of ingestion and perception. It recalls Absalon’s cell: an
organism with self-generating laws and a sense of order that is independent of social norms and
external organizations. Taking as a point of departure the idea that Absalon’s cell is a system of
insulation and protection, Marcadé quotes Deleuze’s commentary on Leibniz: “The monad is a
cell, a sacristy more than an atom: a room with neither door nor window, where all actions are
internal.” In the same way, Marcadé points to the autarchic nature of Absalon’s cells, as much
from an architectural point of view as from the perspective of their development and functioning.
He supports his argument with Absalon’s affirmed intention to respect the single condition that he
imposed on himself and his surroundings: “I am free to give things the function of my choosing.
An armchair could be architecture, a bar of soap, or anything else.”


(Philippe Vergne: "Absalon: The man without a home is a potential criminal"
The Galleries at Moore, 20 pages, 63 b+w illustrations

Paperback: ISBN: 1-58442-050-2
Foreword by Elsa Longhauser. Texts include: “The man without a home is a potential criminal” by Philippe Vergne, “For the Time Being: On the Six Cell-Houses of Absalon” by Moshe Ninio, with comprehensive exhibition checklist.

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