lunes, 20 de diciembre de 2010

El espacio sumerio







1.- La "colonia"sumeria (de la ciudad de Uruk) de Hassek Höyük (Turquía)

2-5: Piezas halladas en el yacimiento de Hassek Höyük: cuentas de barro (cada cuenta indica la cantidad de un determinado material. Las cuentas se depositaban en un estuche de barro cerrado en cuya superficie se indicaba la cantidad y el tipo de material de cuya existencia daban fe las cuentas) / Los llamados "rim bowls" o cerámicas de borde curvado, muy comunes en Sumer, y hallados en gran cantidad en la mayoría de los yacimientos, debían de ser unidades de medida, o cuencos para la alimentación diaria de los trabajadores / Maqueta de torre / Conos de cerámica cocida que se hincaban en los gruesos muros de barro o de ladrillos de barro sin cocer, y que constituían una especia de mosaicos a "topos" con motivos geométricos simples / Ídolos ojo de diversos tamaño, hallados en un santuario de Hacinebi Tepe, de mediados del IV milenio aC. Pueden representar de manera esquemática, concediendo la primacía a los ojos y al poder de la mirada, a una divinidad o a fieles con los ojos bien abiertos para estar en permanente contacto visual con la divinidad.
Todas las piezas del museo arqueológico de Urfa (Turquía). Fotos (sin permiso): Tocho

La cultura sumeria -o la cultura de una población que hablaba mayoritaria o principalmente sumerio- se originó en el delta del Tigris y el Eúfrates (hoy en el sur de Irak). El mismo dios ancestral principal, Enki, estaba ligado a las marismas, y toda la cultura sumeria parecía deudora de las quietas aguas cargadas de limo, del paisaje de las marismas, en el que los juncos eran percibidos como cetros, emblemas de poder.

Sin embargo, desde hace años, ríos arriba, cada vez más arriba, se van hallando ciudades, más pequeñas que las del sur, pero casi tan antiguas, con rasgos o formas muy parecidos a los de las urbes del delta.

A principios de los años noventa, el descubrimiento de Hassek Höyük (y de otros burgos como Hacinebi Tepe) -que aún prosigue-, en la ribera del Eufrates, pero ya en las estribaciones anatólicas, a casi mil quinientos quilómetros del Sur, con motivos ornamentales y objetos de uso típicamente sumerios (desde los bastos cuencos de bordes curvos hasta los conos cuya testa de terracota coloreada animaban las adustas fachadas de barro de construcciones principales -templos, casas comunales, edificios públicos, palacios-), ha ido cambiando la imagen de esta cultura.
Estas ciudades parece poseer la misma cultura que la gran ciudad de Uruk, en el sur. Fueron construidas en el IV milenio aC., casi al mismo tiempo que la capital sureña. Han sido interpretadas como colonias fundadas por Uruk para controlar el comercio de bienes, tales como metales y madera, procedentes de Anatolia, e inexistentes en el delta. Colonias, puestos comerciales, fronterizos, mercados: asentamientos dependientes de y sometidos a la gran capital del sur, Uruk. Sin embargo, la casi simultánea construcción de Uruk -o de su expansión- y de "sus colonias" ha llevado a algunos estudiosos a plantearse si, por el contrario, Uruk no fue una colonia, la más grande y próspera, de ciudades originariamente fundadas en el norte, es decir si el origen de la cultura urbano no se originó en Anatolia y descendió por los valles del Tigris y el Eúfrates. Una interpretación o hipótesis revolucionaria que debe ser valorada con cautela.

Lo cierto es que, independientemente de cual fue la ciudad-madre (la metrópoli) y cual la colonia, existieron ciudades, al norte y al sur de los ríos Tigris y Eufrates, fundadas o desarrolladas a lo largo del V y sobre todo del IV milenios aC, que parecen beber de una misma cultura, y que son el testimonio de una concepción, quizá única, de la organización del territorio.

Se ha dicho a menudo que Sumer estuvo constituida por ciudades- estado: territorios de pequeñas dimensiones, con un cierto número de puebles entregados a trabajos agrícolas y de ganadería, organizados alrededor de una ciudad en el que se ubican las principales instituciones "estatales" -políticas, religiosas, militares y artesanales-. Esas ciudades-estado habrían estado en guerra casi constante las unas contra las otras, en defensa de sus territorios, y con vistas a expandirse sometiendo a ciudades-estado vecinas.

Este modelo de organización político-territorial habría sucumbido con la instauración del imperio acadio -de cultura semita-, en la segunda mitad del III milenio aC,  asentado más al norte que Sumer -cerca de Babilonia- que habría unificado todas las tierras entre Babilonia y el mar bajo el dominio único de un emperador, Sargón I y sus sucesores, instalados en una capital de nuevo cuño, Akkad. Dicho imperio se habría desmembrado por la revuelta de las antiguas ciudades-estado sumerias, que habrían recuperado su independencia durante un par de siglos antes de caer definitivamente, bajo el poder central del imperio babilónico, fundado a principios del II milenio.

Organización territorial alrededor de múltiples ciudades, frente al dominio de una única capital. Este modelo, en verdad, es el que rigió, dos mil años más tarde, en Grecia: ciudades-estado se repartían el escarpado territorio griego, antes de caer bajo el mando de Atenas, primero, y luego, del poder macedónico.

Sumer, ¿se componía de ciudades-estado -enfrentadas? ¿Qué podemos aprender de la existencia de ciudades o asentamientos de cultura sumeria a miles de quilómetros de las principales ciudades-estado de Sumer?

Las "ciudades-estado" sumerias no eran tales; al menos, poco tenían que ver con las muy posteriores ciudades-estado griegas. Se componían, no de una sino de varias ciudades. Los límites del "estado" eran difusos. No parece que lucharan para imponerse ni para adquirir nuevos territorio.  No buscaban conquistar tierras sino atacar o controlar equipamientos como los canales de irrigación para poder regar mejor las tierras cuyos cultivos abastecían a las ciudades del "estado".

En verdad, lo que caracteriza la organización territorial es la conjunción de unos centros de poder (las ciudades) y una tupida red de vías de comunicación: caminos y canales. Esta trama cubre todo el centro y el sur de Mesopotamia, y se extiende hasta las estribaciones de los montes Tauro, donde se asientan las llamadas colonias sumerias. La importancia recae no tanto en los centros cuanto en la organización territorial. Esta trama de vías terrestres y acuáticas permitía la circulación de bienes y ponía a los humanos en contacto. La posesión de tierras no era tan importante, frente al dominio de las vías de circulación. Esta trama tenía múltiples nódulos de los que partían un gran número de vías. El modelo organizativo del espacio, para los sumerios era el de una red -tal como se comenta claramente en el mito de Enki y la organización del mundo- que cubre todo un territorio: el que los hombres ocupan. Dichas vías unen ciudades y tierras circundantes aparentemente enfrentadas, pero que se afanan por mantener las vías libres.

El modelo no es el parcelario, ni el imperial: ni ciudades-estado, ni estados imperiales: una organización mucho más laxa, sin fronteras definidas ni defendibles, que pone en contacto múltiples centros equidistantes, sin que destaque ninguno ni que en el territorio se marque una nítida oposición entre centros y periferias. Si alguna oposición podía marcarse era entre tierras transitables y territorios (desérticos o montañosos) en los que era imposible trazar o mantener una trama permanente de caminos y canales.

Esta trama cubría un extenso territorio. Saltaba por encima de supuestas fronteras. No se detenía ante culturas opuestas. Era el resultado de la suma de vías locales unidas entre sí. Por eso, posiblemente sea inapropiado referirse a las ciudades sumerias anatólicas como colonias de Uruk. Pues no lo eran. Participaban activamente de una misma red de comunicación (de bienes y de ideas).

Si este modelo -que quizá solo pudo ser posible mientras toda Mesopotamia estuvo punteada por un gran número de ciudades medianas para las que las comunicaciones primaban ante los enfrentamientos, los caminos ante los muros-, no hubiera sucumbido ante la ascensión del imperio acadio, quizá nuestra cultura occidental, y nuestra relación con el territorio hubieran sido distintas. Los localismos y la defensa de la tierra hasta la muerte, no se hubieran impuesto.

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