miércoles, 5 de enero de 2011

La casa de Adán no era eso, o El ángel(ina) de guardia de Etiopía
























Calle de Lalibela





Barrio residencial en el centro de Addis Ababa

Anciana cargando un fajo de leña en el barrio alto de las embajadas en Addis Ababa


Angelina Jolie y su hija adoptiva etíope Zahara en Addis Ababa


Addis Ababa





Edificios públicos racionalistas o "art deco", en el centro de Gondar, construidos por el poder colonial italiano en los años treinta (Etiopía fue una colonia mussoliniana de 1936 a 1941)


Castelli se ubica en lo alto de la calle Mahama Gandhi, cerca de la plaza De Gaulle (llamada también Piassa) y de las tiendas trendy de la calle Winston Churchill (el Soho de la capital etíope). Se trata del restaurante italiano más famoso de Addis Ababa (una ciudad de cuatro millones de habitantes, de nueva planta, amplísimas avenidas, casi sin tejido urbano en medio de una vegetación alpina de abetos -se halla entre dos mil cuatrocientos y dos mil setecientos metros de altura-, fundada hace unos ciento veinte años). Angelina Jolie y Brad Pitt cenaron recientemente. Sirven pasta y salsas caseras. Cuesta entre ochocientos y mil doscientos birs (cuarenta y sesenta euros). El precio medio de una comida completa es veinte veces inferior, como mínimo. Solo los propietarios de los Mercedes blancos de último modelo, ligados al gobierno, que animan los clubs nocturnos de la capital, pueden pagar este precio (no hay casi luz en las calles, pero estos centros, bien guardados, refulgen). Y algunas modelos deslumbrantes, de abundante pelo desrizado, una media melena  (des)teñida de castaño claro,  como Iman, casada con David Bowie. Etiopía está de moda. Es la cantera de niños a adoptar. Se considera el país africano con mayor crecimiento económico, un diez por ciento anual.  Se dispone hasta a vender electricidad a Sudán (aunque la mayoría de los hogares no tengan acceso a ella o no puedan pagarla). Importantes infraestructuras y fábricas están en manos de omnipresentes empresas chinas, ganadoras de todos los concursos públicos por los presupuestos más ajustados. Todo el personal chino vive en urbanizaciones valladas de casas prefabricadas nuevas con aire acondicionado. Las terribles hambrunas de los años setenta y ochenta, que mataron a centenares de miles de personas, parecen cosas del pasado.

Etiopía es una democracia en la que un mismo partido gobierna desde hace diecisiete años, obteniendo mayorías cada vez más absolutas, pese a que ya poca gente, desengañada, vota. El ochenta y cinco de la población vive en el campo. Son ganaderos y agricultores. Los muros de las casas están hechos de troncos de eucalipto, dispuestos sobre una armadura del mismo material, recubiertos a veces de barrio mezclado con paja, y un tejado a dos aguas, casi siempre formado por dos planchas metálicas (subvencionadas por el gobierno, que substituyen los tradicionales techos vegetales que tienen que ser rehechos cada dos años). A menudo, las viviendas no tienen paredes exteriores macizas, sino que parecen jaulas de madera, dispuestas en el suelo sin cimentación. Desde las planicies más elevadas, los pueblos parecen un puñado escaso de confetis plateados.Salvo dos filas de casas entre medianeras dispuestas a cada lado de la pista sin asfaltar que cruza los pueblos y las ciudades medias, la mayoría de aquéllas están aisladas. Son de planta rectangular. Tienen unos quince metros cuadrados de superficie, y una planta, baja. La única obertura es la puerta de acceso. El suelo es de tierra batida, negra o ennegrecida, cubierto en ocasiones por esteras o alfombras. Dentro, una o dos estancias. Contra las paredes, un lecho. Contra la pared opuesta, en el suelo, apeos de cocina. No suelen encontrarse baúles ni armarios.  Viven entre cinco y unas once personas. En los pueblos más grandes y cercanos a una vía de acceso, una bombilla eléctrica en la única sala o la sala principal. Se cocina en un patio lateral o posterior vallado, donde también se lavan platos y cacerolas en una o dos palanganas. Éstas también se usan para lavar la ropa, delante de la fachada principal -que se barre-, si no pasa un río cerca. El agua proviene de un único pozo en el pueblo (casi siempre abierto por una organización no gubernamental, etíope o no), o de un punto de agua fuera de éste. Las mujeres acarrean el agua en recipientes de plástico amarillo de unos cinco o diez litros, que acarrean sobre la espalda. También cargan con la leña, y sacos de plástico con excrementos utilizados como combustible. Las necesidades se realizan ante la puerta de la casa o, en algunas ciudades como Lalibela, en letrinas colectivas instaladas recientemente. Los hombres trabajan en el campo. Las mujeres cuidan de la casa y de los hijos, y transportan todos los enseres más pesados. También desplazan los materiales de construcción más pesados en las obras, al dictado de capataces, ya sean niñas o ancianas. El diez por ciento de los habitantes, funcionarios, comen tres veces al día. El resto, una vez. Las enfermedades oculares, y las infecciones de piel son comunes. Los niños suelen ir rapados. Se acude a los curanderos. Los dispensarios y hospitales son escasos, y pocos pueden pagarlos. La casi totalidad de los niños nacen en los hogares. No se puede pagar el coste de un hospital o una clínica. La educación es obligatoria. Los niños pueden caminar unas tres horas al día para acudir a las escuelas y regresar a casa. También trabajan en tareas agrícolas y de pastoreo a partir de los cuatro años. Vacas jorobadas, ovejas y cabras, y burros (utilizados como animales de carga), forman rebaños compuestos por una decena de cabezas.
En los pueblos cercanos a la frontera de Sudán, la fachada principal de las viviendas es de piedra tallada, mientras que las paredes restantes son de un entramado de finos troncos de madera de eucalipto, como en las casas antes citadas. Cerca de Lalibela -pero también en gran parte del norte del país, al menos- las viviendas tienen planta circular, de unos dos o tres metros de diámetro, con una única puerta. Son de madera y de ramas, y el techo, que forma un cono, es de cañizo. Algunas familias disponen de dos edificios, de plantas rectangular y circular, en un pequeño solar vallado. Una de las dos construcciones suelen ser utilizada como corral.
Refugiados de Eritrea viven en campamentos, que no se pueden retratar, alejados de cualquier otro pueblo, compuestos por una densa trama de  chabolas cubiertas de plásticos atados con cuerdas tensadas.

Una fe ciega ayuda a soportar este reino -Etiopía es tierra de anacoretas que viven en cuevas grandes como nichos, cerca de santuarios ortodoxos, besados cada domingo por innumerables fieles y peregrinos, presididos por popes impasibles, posibles depositarios del Arca de la Alianza que nadie ha visto ni puede ver-. Un sin número de cruces metálicas, compuestas por brazos  cubiertos de filigranas, recuerdan la condición de los humanos.




 Aster Aweke (1960): Sew Mehone (del álbum Sikuar -Azúcar-, 2008)

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