sábado, 28 de mayo de 2011

Tocho goes to America




























(Fotos: Tocho, mayo de 2011)

Viaje a Chicago de  una parte de la Sección de Estética al Oriental Institute de Chicago en busca de la documentación original de las primeras expediciones arqueológicas a yacimientos sumerios en el sur de Irak.

Alojamiento en un piso dúplex en 1209 N. Street Parkway (mucho más económico que siquiera un motel de carretera).

Se trata de un bloque de pisos de alquiler construido en 1936 y que, desde 2000, forma parte del patrimonio arquitectónico moderno de Chicago.

Responde a un encargo de un conocido industrial, Frank J. Fisher, de Marshall Field: viviendas con acceso independiente que pudieran ser alquiladas, conocidas como Fisher Studio Houses . El arquitecto Andrew Ribori (1886-1966) contrató al el artesano vidriero y muralista Edgar Miller(1899-1993), llamada "The Renaissance Man",  para lograr, mediante la luz, que invade los apartamentos a traves de grandes murales de "pavés" y estrechas ventanas, por las que la luz entra y es distribuida a través de un doble espacio, aperturas interiores y el hueco de la escalera de caracol, y gracias al redondeo de las esquinas que difuminan los límites espaciales, que el interior parezca mucho más grande de lo que es. Pequeños mosaícos abstractos, de teselas vidriedas de colores y doradas -que Miller instalaba personalmente a mano-, atraen la luz que reverberea y centra la atención en espacios como la chimenea, adosada a la escalera de caracol, alrededor de la cual se organiza el espacio.

La característica más singular del conjunto, sin embargo, reside en la manera de ubicarlo en la ciudad. Se escogió una parcela muy alargada perpendicular a la calle. Las viviendas (en planta baja, y en el piso superior, a las que se accede a través de un corredor al aire libre) no miran a la calle sino a un patio ajardinado. Desde la calle solo se percibe la fachada lateral del bloque, compuesta como si se tratara de la fachada principal de una vivienda unifamiliar. El bloque es "amable" con la ciudad: le evita una ristra de fachadas idénticas -como un espacio muerto, una interrupción en la vida urbana, una nota inútilmente repetida-, que son las de casas "pareadas" que han destrozado la forma de la ciudad española. Le ofrece un único y contundente rostro. Su carácter repetitivo se esconde: solo se descubre cuando se accede al patio (patio que, al mismo tiempo se presenta como un espacio comunitario, y de acceso a las viviendas, un lugar de encuentro, poblado de mesitas y sillas, y de dispersión). La entrada, desde la calle, simula el acceso a una vivienda de dos plantas; en verdad, da entrada al núcleo de acceso de un conjunto de viviendas idénticas.
Una operación magistral, que, sin duda, responde a razones tanto económicas cuanto estéticas o urbanísticas, que no altera la compleja armonía de bloques dispares que definen y animan las calles (cada edificio es distinto, posee una fachada y un volumen únicos, como las notas, agudas y graves, que componen una melodía), un logro de las mejores ciudades norteamericanas densamente tejidas.

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