viernes, 30 de septiembre de 2011

Dave Fleischer (1894-1979): Mister Bug Goes to Town, o Bugsville (1941)

















Mítico

Anécdota arqueológica: el tesoro de las tumbas reales de Ur (Mesopotamia)




El tesoro de Ur  consiste en el conjunto de obras sumerias más numeroso y conocido. Los ajuares funerarios de las tumbas reales de Ur, halladas a finales de los años 20 por el arqueólogo inglés Leonard Woolley, que trabajaba para los Museos Británico de Londres y de la Universidad de Pennsilvania, de Filadelfia, comprenden, entre otras piezas, todo tipo de joyas (pendientes, sortijas, brazaletes, collares, agujas, coronas), de oro, plata, piedras semi preciosas (como el lapislázuli) y coral, cuencos de oro y de lapislázuli, un casco de oro, carros, arpas esculpidas, juegos semejantes a las damas, y el llamado estandarte de Ur, cuya función se desconoce y que se asemeja a una caja con vívidas escenas cotidianas incrustadas.
Su descubrimiento rivalizó con el de la tumba de Tutankhamon en la prensa, adecuadamente alentada por el egiptólogo Carter y por Woolley.

Las piezas fueran repartidas entre el Museo Nacional de Irak en Bagdad -Irak no era aún un país plenamente independiente y Gran Bretaña lo seguía considerando una colonia-, el Museo Británico y el Museo de la Universidad de Filadelfia. Quizá las mejores piezas fueran depositadas en Londres.

Entre éstas, el "estandarte de Ur", la corona y las joyas de la reina Puabti, las arpas y los juegos de mesa son aún hoy las piezas más reputadas. Tienen la misma importancia que los relieves del Partenón para el Museo Británico.

La lectura de la correspondencia entre el arqueólogo Woolley, que escribía desde Ur, y la dirección del Museo Británico, revela datos interesantes acerca del reparto del botín.

Las arpas, el "estandarte" y los juegos de mesa eran de madera con incrustaciones de nácar, marfil y piedras semi preciosas. La madera había desaparecido: el nivel freático era (y es) tan alto que impidió que la materia orgánica se conservase como en Egipto, pese a que Mesopotamia tenía un clima tan árido como el del imperio faraónico. Solo quedaban las incrustaciones rotas en innumerables fragmentos diminutos, y las huellas de las formas  de los objetos.
Sin embargo, Woolley reconoció pronto o de inmediato qué tipo de objetos había descubierto, e intuyó su importancia.

En una carta confidencial que Leonard Woolley envió a Frederic Kenyon, director del Museo Británico, desde Ur, el 31 de enero de 1928, le comentaba que Gran Bretaña debía quedarse con un mayor número de piezas de las previstas. El motivo residía en que ambas partes, Irak y Gran Bretaña (la cual, posteriormente, se repartía las ganancias con los Estados unidos), tenían que obtener lotes de idéntico valor.
Acontecía que las joyas y los ornamentos de oro necesitaban una limpieza electrolítica; del mismo modo, los juegos de mesa,  y el estandarte, no eran más que una colección de fragmentos diminutos que se recuperaron con cierta dificultad. Tal como estaban carecen de valor real. Obviamente, poseían, empero, todo el valor "potencial". Pero para alcanzarlo, necesitaban ser restauradas. Irak no poseía los medios ni los conocimientos para proceder a esta tarea. Ésta solo podía emprenderse en Londres.
Si las obras, una vez restauradas, iban a ser devueltas a Irak, éste tendría que pagar una fortuna por el tratamiento.
Por tanto, era el Museo Británico el que iba a quedarse con esos fragmentos que, tan como estaban, no valían casi nada: "the gambling-board (...) is useless to them (los iraquíes) in its present state".
Pero entonces, era necesario que el museo inglés obtuviera un mayor número de piezas para equilibrar el valor de las piezas de piedra, que no requerían ningún cuidado especial, que serían destinadas principalmente al Museo Nacional de Irak. Por el contrario, las piezas más necesitadas de cuidados eran de metal o de márfil. Londres, que podía restaurarlas, las cogía en su mayoría -no engañándose sobre su verdadera valor. 

Así se hizo; como escribió Woolley: "in this way we got a really good share".  
Desde luego.

jueves, 29 de septiembre de 2011

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sumer y la Biblia, o Gran Bretaña v. Irak

Alentados por la búsqueda de pruebas en yacimientos mesopotámicos (Irak) de la supuesta veracidad de lo que la Biblia cuenta (aunque el descubrimiento, a finales del siglo XIX, que el texto del diluvio, dictado por Yavhé a Moisés, estaba directamente inspirado por un mito acadio, hizo tambalear la fe en la palabra -o la existencia- del dios hebreo, y en la historicidad del relato bíblico),  la mayoría de los arqueólogos europeos y norteamericanos del siglo XIX y de principios del s. XX, buscaban y creían ver señales en los restos desenterrados.

Así, a finales de los años veinte, Woolley, el arqueólogo director de la misión arqueológica británico-norteamericana en la ciudad de Ur, en el sur de Irak, escribió una carta curiosa al director del Museo Británico, institución que co-financiaba la costosa y extensa misión.

Irak era, en principio, un país independiente, mas no había entrado aún en la Sociedad de las Naciones, por lo que Gran Bretaña, que había convertido el este del Imperio otomano en una colonia al acabar la Primera Guerra Mundial en 1918, se relacionaba con Irak a través del Colonial Office y no del Foreign Office, y no disponía de embajador en la capital iraquí, ya que no consideraba que su antigua colonia fuera un país independiente. La mayor parte de los altos cargos estaban en manos de británicos.

Sin embargo, todos los bienes hallados en los yacimientos arqueológicos tenían que repartirse equitativamente entre Irak y Gran Bretaña asociada a los Estados Unidos. El material se enviaba al Museo Nacional de Bagdad, y al Museo Británico de Londres. El reparto no estaba exento de tensiones. Todo el material, empero, tenía que ponerse sobre la mesa.

¿Ocurrió siempre así?

Woolley anunciaba que se había descubierto una tablilla escrita en acadio en la que se leía el nombre de Abraham (quien, según el Antiguo Testamento, había nacido en Ur, precisamente). Añadía (carta a Kenyon, director del Museo Británico, redactada en Ur, el 5 de diciembre de 1928):


"in the normal course of the events we -británicos- shall get all the tablets, but if there were a fuss in the papers, Baghdad would of course keep this one, and we need not invite that risk."

Kenyon contestó el 22 de diciembre desde Londres:

"with regard to the tablet which you mention, I think it is best to say nothing to anybody (subrayado en la carta mecanografiada) about it until it has been brought home for closer study."

Gran Bretaña esperaba quedarse con todas las tablillas escritas, y no solo con la mitad: no hacía falta exponerlas. Era obvio que una tablilla mencionando el nombre de Abraham hubiera constituído una noticia de portada de periódico (recordemos lo que aconteció cuando hace unos pocos años se anunció mundialmente que se había descubierto el sarcófago de Cristo en Jerusalén).
Ante esta revelación, Baghdad hubiera reclamado la tablilla (y hubiera quizá descubierto que todas las tablillas eran enviadas a Londres sin que las autoridades iraquíes fueran advertidas).

El nombre de Abraham fue un sueño: los arqueólogos creyeron leer lo que buscaban.

La anécdota, nimia o no, ilustra sobre algunas de las relaciones entre Europa, Norteamérica y el Próximo Oriente

Mark Lewis (1958): Little Tree (Arbolito) (2011)



Véase la filmación en:  http://www.marklewisstudio.com/films2/little_tree.htm

Jorge Seva (alias Alex Roman) (1979): The Third & The Seven (2009)


The Third & The Seventh from Alex Roman on Vimeo.

Una creación enteramente realizada en 3-D, sin medios algunos.

Gil Kenan (1976): Monster House (2006)



















¿Pan?; Circo

Los fondos destinados a pagar a las grandes productoras de Hollywood el doblaje al catalán de películas tan necesitadas de dinero e imprescindibles como la última dedicada a Harry Potter, o la que Spielberg prepara sobre la figura de Tintín, corresponden a los fondos que los comedores municipales deberían recibir y no recibirán.

Debe ser que se prima el alimento espiritual, acto de países culturalmente muy avanzados, o sin problemas de pobreza y alimentación; o que se prima el circo.

martes, 27 de septiembre de 2011

Restos y textos (en Mesopotamia)

 El silencio, que el viento siega y el sol impone,  cubre las ciudades muertas sumerias, sumidas hoy  en el desierto. Salvo los viernes, cuando algunas familias bagdadíes visitan Babilonia, nadie recorre las ruinas, sobre todo en el sur de Irak. Carecen de la ilusión de vida que los turistas otorgan en los restos más conocidos de Egipto, Grecia y Roma.

Las trazas de los cimientos de tierra apenas sobresalen del paisaje ondulado y terroso. Unas pocas piedras, que formaban el lecho de los muros, se pierden en un pedregal. Las colinas no son sino estructuras erosionadas por el viento y la lluvia. Los restos se diluyen al sol.
En algún caso,  templos y palacios han sido desenterrados; no así, el resto de casi toda la ciudad.

Los sucesivos estratos de un yacimiento se confunden y confunden al ocasional visitante. Un ojo no avezado no distingue entre espacios cubiertos  y patios y plazoletas. Pasadizos interiores son indiscernibles de callejones sin salida.
Si las ruinas sumerias apenas evocan la estructura de la ciudad, ¿cómo podrían recordar la vida que se producía? Las trazas son letra muerta. Son ciudades mortecinas, muertas.

Son los textos los que devuelven a la vida las ciudades del pasado. Textos que narran acontecimientos históricos o imaginados. Mitos y epopeyas apenas describen la forma de la ciudad; pero consiguen evocar el bullicio.
De Uruk  apenas quedan algunos templos, un zigurat, y las trazas de la muralla. Trazas que encierran el vacío, una extensión de tierra reseca.

Mas, el inicio del Poema de Gilgameš describe la asamblea de los ancianos, los calles vibrantes (suqum -III, 39-, en sumerio sila o e-sir: casa-que-une, espacio habitable que permite establecer una comunicación física y, sin duda, espiritual, espacio de diálogo, lo que corresponde bien con la función que la calle aún tiene en algunas ciudades mediterráneas, y árabes), el trajín de los talleres de artesanos,  la presencia incluso de un mercado o de una plaza pública –que las excavaciones no han podido descubrir: la asamblea de ancianos aguarda a Gilgamesh en el rebitum (III, 34, 41) -en sumerio, sila-dagal: literalmente calle-ancha-, que se piensa designa a una plaza o un mercado. Algunos versos parecen una crónica. La ciudad vital se halla en las imágenes que los textos suscitan. Las cuidadas asonancias de los términos rememoran  la vitalidad de la urbe.

lunes, 26 de septiembre de 2011

12foot6 (Dave Anderson) (1963): Urban animal (2005)

Caos y ciudad en Sumer


Gilgameš, el legendario rey de la ciudad de Uruk, acabó su vida como un “santo”, adorado, recordado por sus súbditos. Una imagen muy distinta de la que se desprendía en los inicios de su reinado.
A Gilgameš se le acusaba de ser, en los inicios, un tirano cruel, que exigía incluso desflorar a todas las jóvenes prometidas.  La ciudad le temía, y le despreciaba.

Por ese motivo, los dioses buscaron una solución: proporcionarle un compañero con el que aprender las artes de la civilidad.
Enkidu fue el elegido: un ser descendido de las montañas, arisco, salvaje, más fiero aún que Gilgameš. Un peligro.  No se le podía dejar entrar en la ciudad en este estado.

De nuevo, el cielo intervino. Pidió a una prostituta que  sedujera a Enkidu y le redujera el ímpetu. El encuentro sexual facilitaría el encaramiento. Los contendientes se mirarían a los ojos. Era precisamente ese verse las caras de cerca, ese reconocerse en los ojos del rival, lo que permitió que Enkidu se diera cuenta de quién era, de lo que hacía, y se apaciguara.
Los sumerios daban mucha importancia al cruce de miradas, al reconocimiento visual, que, por un lado, solo era posible si se habían depuesto las armas, y, por otro, ayudaba a rebajar la tensión guerrera.

Desde entonces, Enkidu estaba preparado para el diálogo.   La ciudad podía ahora aceptarlo.
Para los sumerios, la ciudad no era apta para los salvajes. La naturaleza incólume no era un bien. Era pasto de monstruos y de fieras. Solo después de ser transformada por la acción de los hombres, aleccionados por el dios Enki, la naturaleza se convertía en un lugar amable.

La ciudad era la antítesis de la naturaleza. La ciudad era considerada como el espacio dónde el ser humano adquiría humanidad: un lugar de convivencia, que formaba una verdadera comunidad en la que las diferencias se resolvían. Los salvajes siempre vivían solos; los hombres, es decir, los ciudadanos, se encontraban en las asambleas, y convivían. Los hombres, en la ciudad, tenían que vestirse, un signo que habían abandonado su condición indómita primigenia. Para ser un humano había que vivir en la ciudad.
Los sumerios se hallaban muy lejos de la ingenia visión del buen salvaje que imperaría en el siglo XVIII en Europa, y que vuelve hoy.  

domingo, 25 de septiembre de 2011

Baillie Walsh: Massive Attack, Unfinished Sympathy (1991)



Un paseo por la ciudad en uno de los mejores vídeos musicales de finales del siglo XX para la mejor canción de los años 90 del siglo pasado.

Grateful Dead: Old, Old House (1970)




Old, Old House

Letra y música:: George Jones, Hal Bynam

There's an old house that was once a mansion
On a hill overlooking the town
And time has left her wreckage where once there was beauty
And soon the old house will tumble down
But when the leaves start to fall in autumn
And the rain starts to drip through the trees
There's an old, old man who walks through the garden
And his head is bowed in memories
They say he built the house because of a woman
They planned to be married in the fall
But her love withered with the last leaves of the summer
And the house was left empty after all
And his head is bowed in memories

sábado, 24 de septiembre de 2011

Juan Millares (1945): El pabellón alemán (2009)



Uno de los mejores cortometrajes de la historia del cine español. Finalista de los Premios Goya 2011:
http://premiosgoya.academiadecine.com/finalistas/pelicula.php?m=peliculas&id=600

Juan Millares es arquitecto: http://www.bellasartes.ucm.es/juan-millares

Historia de la ciudad de bronce, tercera noche (de Las mil y una noches)

.. aquella ciudad que no quería dejarse violar por las tentativas humanas.
Al principio no pudieron distinguir nada en las tinieblas, porque ya la noche había espesado sus sombras sobre la llanura; pero de pronto se hizo un vivo resplandor por Oriente, y en la cima de la montaña apareció la luna, iluminando cielo y tierra con un parpadeo de sus ojos. Y a sus plantas llegó un espectáculo que les contuvo la respiración.
Estaban viendo una ciudad de sueño.
Bajo el blanco cendal que caía de la altura, en toda la extensión que podría abarcar la mirada fija en los horizontes hundidos en la noche, aparecían dentro del recinto de bronce cúpulas de palacios, terrazas de casas, apacibles jardines, y a la sombra de los macizos, brillaban los canales que iban a morir en un mar de metal, cuyo seno frío reflejaban las luces del cielo. Y el bronce de las murallas, las pedrerías encendidas de las cúpulas, las terrazas cándidas, los canales y el mar entero, así como las sombras proyectadas por Occidente, se mezclaban bajo la brisa nocturna y la luna mágica. Sin embargo, aquella inmensidad estaba sepultada, como en una tumba, en el universal silencio. Allá dentro no había ni un vestigio de vida humana. Pero he aquí que con un mismo gesto, quieto, destacaban se sobre monumentales zócalos altas figuras de bronce, enormes jinetes tallados en mármol, animales alados que se inmovilizaban en un vuelo estéril; y los únicos seres dotados de movimiento en aquella quietud, eran millares, de inmensos vampiros que daban vueltas a ras de los edificios bajo el cielo, mientras búhos invisibles turbaban el estático silencio con sus lamentos y sus voces fúnebres en los palacios muertos y las terrazas solitarias.
Cuando saciaron, su mirada con aquel espectáculo extraño, el emir Muza y sus compañeros, bajaron de la montaña, asombrándose en extremo por no haber advertido en aquella ciudad inmensa la huella de un ser humano vivo. Y ya al pie de los muros de bronce, llegaron a un lugar donde vieron cuatro inscripciones grabadas en caracteres jónicos, y que en seguida descifró y tradujo al emir Muza el jeque Abdossamad. Decía la primera inscripción:
"¡Oh hijo de los hombres, qué vanos son tus cálculos! ¡La muerte está cercana; no hagas cuentas para el porvenir; se trata de un Señor del Universo que dispersa las naciones y los ejércitos, y desde sus palacios de vastas magnificencias precipita a los reyes en la estrecha morada de la tumba; y al despertar su alma en la igualdad de la tierra, han de verse reducidos a un montón de ceniza y polvo!
Cuando oyó estas palabras, exclamó el emir Muza: "¡Oh sublimes verdades! ¡Oh sueño del alma en la igualdad de la tierra! ¡Qué conmovedor es todo, esto!" Y copió al punto en sus pergaminos aquellas frases. Pero ya traducía el jeque la segunda inscripción, que decía:
¡Oh hijo de los hombres! ¿Por qué te ciegas con tus propias manos? ¿Cómo puedes confiar en este vano mundo? ¿No sabes que es un albergue pasajero, una morada transitoria? ¡Di! ¿Dónde están los reyes que cimentaron los imperios? ¿Dónde están los conquistadores, los dueños del Irak, de Ispahán y del Khorassán? ¡Pasaron cual si nunca hubieran existido!
Igualmente copió esta inscripción el emir Muza, y escuchó muy emocionado al jeque, que traducía la tercera:
¡Oh hijo de los hombres! ¡He aquí que transcurren los días, y miras indiferente cómo corre tu vida hacia el término final! ¡Piensa en el día del Juicio ante el Señor tu dueño! ¿Qué fue de los soberanos de la India, de la China, del Sinaí o de Nubia? ¡Les arrojó a la nada el soplo implacable de la muerte!
Y exclamó el emir Muza: "¿Qué fue de los soberanos de Sinaí y de Nubia? ¡Se perdieron en la nada!" Y decía la cuarta inscripción:
¡Oh hijo de los hombres! ¡Anegas tu alma en los Placeres, y no ves que la muerte se te monta en los hombros espiando tus movimientos! ¡El mundo es como una tela de araña, detrás de cuya fragilidad está acechándote la nada! ¿A dónde fueron a parar los hombres llenos de esperanza y sus proyectos efímeros? ¡Cambiaron por la tumba los palacios donde habitan búhos ahora!
No pudo el emir Muza contener su emoción, y se estuvo largo tiempo llorando con las manos en las sienes, y decía: "¡Oh el misterio del nacimiento y de la muerte! ¿Por qué nacer, si hay qué morir? ¿Por que vivir, si la muerte da el olvido de la vida? ¡Pero sólo Alah conoce los destinos, y nuestro deber es inclinarnos ante Él con obediencia muda!" Hechas estas reflexiones, se encaminó de nuevo al campamento con sus compañeros, y ordenó a sus hombres que al punto pusieran manos a la obra para construir con madera y ramajes una escala larga y sólida, que les permitiese subir a lo alto del muro, con objeto de intentar luego bajar a aquella ciudad sin puertas.
En seguida se dedicaron a buscar madera y gruesas ramas secas; las mondaron lo mejor que pudieron con sus sables y sus cuchillos; las ataron unas a otras con sus turbantes, sus cinturones, las cuerdas de los camellos, las cinchas y las guarniciones, logrando construir una escala lo suficiente larga para llegar a lo alto de las murallas. Y entonces la tendieron en el sitio más a propósito, sosteniéndola por todos lados con piedras gruesas e invocando el nombre de Alah comenzaron a trepar por ella lentamente, con el emir Muza a la cabeza. Pero se quedaron algunos en la parte baja de los muros para vigilar el campamento y los alrededores.
El emir Muza y sus acompañantes anduvieron durante algún tiempo por lo alto de los muros, y llegaron al fin ante dos torres unidas entre sí por una puerta de bronce, cuyas dos hojas encajaban tan perfectamente, que no se hubiera podido introducir por su intersticio la punta de una aguja. Sobre aquella puerta aparecía grabada en relieve, la imagen de un jinete de oro que tenía un brazo extendido y la mano abierta, y en la palma de esta mano había trazados unos caracteres jónicos que descifró en seguida el jeque Abdossamad y los tradujo del siguiente modo: "Frota la puerta doce veces con el clavo que hay en mi ombligo."
Aunque muy sorprendido de tales palabras, el emir Muza se acercó entonces al jinete y notó que efectivamente tenía metido en medio del ombligo un clavo de oro. Echó mano e introdujo y sacó el clavo doce veces. Y a las doce veces que lo hizo, se abrieron las dos hojas de la puerta, dejando ver una escalera de granito rojo que descendía caracoleando. Entonces el emir Muza y sus acompañantes bajaron por los peldaños de esta escalera, la cual les condujo al centro de una sala que daba a ras, de una calle en la que se estacionaban guardias armados con arcos y espadas. Y dijo el emir Muza: "¡Vamos a hablarles antes de que se inquieten con nuestra presencia!"
Se acercaron, pues, a estos guardias, uno de los cuales estaba de pie con el escudo al brazo y el sable desnudo, mientras otros permanecían sentados o tendidos. Y encarándose con el que parecía el jefe, el emir Muza le deseó la paz con afabilidad; pero no se movió el hombre ni le devolvió la zalema; y los demás guardias permanecieron inmóviles igualmente y con los ojos fijos, sin prestar ninguna atención a los que acababan de llegar y como si no les vieran.
Entonces, por si aquellos guardias no entendían el árabe, el emir Muza dijo- al jeque Abdossamad: "¡Oh jeque, dirígeles la palabra en cuantas lenguas conozcas!" Y el jeque hubo de hablarles primero en lengua, griega; luego, al advertir la inutilidad de su tentativa, les habló en indio, en hebreo, en persa, en etíope y en sudanés; pero ninguno de ellos comprendió una palabra de tales idiomas ni hizo el menor gesto de inteligencia. Entonces dijo el emir Muza: "¡Oh jeque! Acaso estén ofendidos estos guardias porque no les saludaste al estilo de su país. Conviene, pues, que les hagas zalemas al uso de cuantos países conozcas." Y el venerable Abdossamad hizo al instante todos los ademanes acostumbrados en las zalemas conocidas en los pueblos de cuantas comarcas había recorrido. Pero no se movió ninguno de los guardias, y cada cual permaneció en la misma actitud que al principio.
Al ver aquello, llegó al límite del asombro el emir Muza, sin querer insistir más; dijo a sus acompañantes que le siguieran, y continuó su camino, no sabiendo a qué causa atribuir semejante mutismo. Y se decía el jeque Abdossamad: "¡Por Alah, que nunca vi cosa tan extraordinaria en mis viajes!"
Prosiguieron andando así hasta llegar a la entrada del zoco. Como se encontraron con las puertas abiertas, penetraron en el interior. El zoco estaba lleno de gentes que vendían y compraban: y por delante de las tiendas se amontonaban maravillosas mercancías. Pero el emir Muza y sus acompañantes notaron que todos los compradores y vendedores, como también cuantos se hallaban en el zoco, se habían detenido, cual puestos de común acuerdo, en la postura en que les sorprendieron; y se diría que no esperaban para reanudar sus ocupaciones habituales más que a que se ausentasen los extranjeros. Sin embargo, no parecían prestar la menor atención a la presencia de éstos, y se contentaban con expresar por medio del desprecio y la indiferencia el disgusto que semejante intrusión les producía. Y para hacer aún más significativa tan desdeñosa actitud, reinaba un silencio general al paso de los extraños, hasta el punto de que en el inmenso zoco abovedado, se oían resonar sus pisadas de caminantes solitarios entre la quietud de su alrededor. Y de esta guisa recorrieron el zoco de los joyeros, el zoco de las sederías, el zoco de los guarnicioneros, el zoco de los pañeros, el de los zapateros remendones y el zoco de los mercaderes de especias y sahumerios, sin encontrar por parte alguna el menor gesto benévolo u hostil, ni la menor sonrisa de bienvenida o burla.
Cuando cruzaron el zoco de los sahumerios, desembocaron en una plaza inmensa donde deslumbraba la claridad del sol después de acostumbrarse la vista a la dulzura de la luz tamizada de los zocos. Y al fondo, entre columnas de bronce de una altura prodigiosa, que servían de pedestales a enormes pájaros de oro con las alas desplegadas, se erguía un palacio de mármol, flanqueado con torreones de bronce, y guardado por una cadena de guardias, cuyas lanzas y espadas despedían de continuo vivos resplandores. Daba acceso a aquel palacio una puerta de oro, por la que entró el emir Muza seguido de sus acompañantes.
Primeramente vieron abrirse a lo largo del edificio una galería sostenida por columnas de pórfido, y que limitaba un patio con pilas de mármoles de colores; y también se utilizaba como armería esta galería, pues se veían allá por doquier, colgadas de las columnas, de las paredes y del techo, armas admirables, maravillas enriquecidas con incrustaciones preciosas, y que procedían de todos los países de la tierra. En torno a la galería se adosaban bancos de ébano de un labrado maravilloso, repujado de plata y oro, y en los que aparecían, sentados o tendidos, guerreros en traje de gala, quienes por cierto, no hicieron movimiento alguno para impedir el paso a los visitantes, ni para animarles a seguir en su asombrada exploración...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.

Johannes Stjärne Nilsson (1969) & Ola Martin Simonsson (1969): Music for One Appartment and Six Drummers (Música para un piso y seis percusionistas)(2001)

viernes, 23 de septiembre de 2011

Henri Storck (1907-1999): Images d´Ostende (1929)



Consúltense los archivos de uno de los grandes documentalistas experimentales belgas:
http://www.fondshenristorck.be/index.php?lang=english

jueves, 22 de septiembre de 2011

Joseph Pierce (1982): A Family Portrait (2010)



Grand Prix -Stuttgart Festival of Animated Film ‘10

Telerama Prix de la Presse - Clermont Ferrand International Short Film Festival ‘10

Prix Audi Labo - Clermont Ferrand International Short Film Festival ‘10

Finalista - Cartoon d'Or 2010.

Premio a la Ópera Prima - Hiroshima International Animation Festival '10

Mejor Película Británica - London International Animation Festival

Best of Ottawa Tour - '10/'11

Mejor Película Británica de Animación - Encounters Short Film Festival '10

Spirit Award - Ann Arbor Film Festival '11

Sobre Joseph Pierce, el futuro del cine de animación, véase: http://www.josephpierce.co.uk/

Viaje a Oriente


Muchos relatos míticos cuentan viajes iniciáticos. Los protagonistas, héroes o personajes legendarios, parten en busca de sí mismos siguiendo indicaciones oraculares. Tienen que romper con su  entorno. De hecho, si vuelven, el  orden cambiará. Se ponen, son puestos a prueba. Deben sortear una serie de obstáculos, a fin de demostrar y demostrarse su valía. Parten sin saber si regresaran; parten hacia lugares jamás hollados, defendidos por monstruos ávidos de sangre (can cerberos, ogros, o caníbales que se desdoblan) y barreras jamás superadas.
El viaje al más allá (en lo más alto, o lo más profundo del orbe) era el último viaje que se podía llevar a cabo. Regresan, si retornan, transformados, física y espiritualmente, preparados para emprender una nueva y última vida.

Así acontece en el Poema de Gilgameš: narra el viaje hacia los confines del mundo que el rey de Uruk, Gilgameš, y su fiel escudero, Enkidu, emprenden, en busca de lo que constituye la condición humana, del lugar que ocupan en el mundo y en relación con los seres superiores.
Este viaje, que Enkidu no supera, y Gilgamesh concluye, tras sobreponerse a la pérdida de Enkidu, aceptando la condición mortal del hombre, tuvo una influencia decisiva en narraciones míticas y populares posteriores. Algunos de los viajes que los cuentos de Las mil y una noches narran se basan en las exploraciones de Gilgameš.

Ya desde la tardo-antigüedad (s. IV dC), existieron personas en Occidente, como Egeria, una dama de la provincia romana de Gallaecia (Galicia), que emprendieron un viaje a Oriente, cargado de dificultades. Buscaban la tierra prometida, promesas de felicidad o vida plena.  El judío Benjamín de Tudela, en el siglo XII, abandonó la Península ibérica para recorrer lo que parecían tierras limítrofes, antes de que Marco Polo empujara la última frontera (que Alejandro Magno, desde Macedonia, ya había cruzado en el s. IV aC).

Los viajes hacia donde despuntaba el sol, aunque no exentos de peligros, debido a las tribus del sur de Mesopotamia, hostiles a los viajeros acusados, no sin razón, de ávidos, y al control que el sultán otomano ejercicia sobre la parte árabe del imperio, ya no fueron tan excepcionales a partir del siglo XVII. Alimentaron las primeras misiones arqueológicas en el Próximo Oriente desde la primera mitad del s. XIX: hombres y mujeres partían para explorar, obtener bienes, ganancias y poder, pero también por el placer de viajar y de olvidarse de dónde venían.   

La historia de la Ciudad de bronce, segunda noche (cuento de Las Mil y Una Noches)

Pero cuando llegó la 341 noche ella dijo:
... y emprendió de nuevo con sus acompañantes el camino de la Ciudad de Bronce.
Anduvieron uno, dos, y tres días, hasta la tarde del tercero. Entonces vieron destacarse a los rayos del rojo, sol poniente, erguida sobre un alto pedestal, una silueta de jinete inmóvil que blandía una lanza de larga punta, semejante a una llama incandescente del mismo color que el astro que ardía en el horizonte. Cuando estuvieron muy cerca de aquella aparición, advirtieron que el jinete, y su caballo, y el pedestal eran de bronce, y que en el palo de la lanza, por el sitio que iluminaban aún los postreros rayos del astro, aparecían grabadas en caracteres de fuego estas palabras:
¡Audaces viajeros que pudisteis llegar hasta las tierras vedadas, ya no sabréis volver sobre vuestros pasos!
¡Si os es desconocido el camino de la ciudad movedme sobre mi pedestal con la fuerza de vuestros brazos, y dirigíos hacia donde yo vuelva el rostro cuando quede otra vez quieto!
Entonces el emir Muza se acercó al jinete y le empujó con la mano. Y súbito, con la rapidez del relámpago, el jinete giró sobre sí mismo y se paró volviendo el rostro en dirección completamente opuesta a la que habían seguido los viajeros. Y el jeque Abdossamad hubo de reconocer que, efectivamente, se había equivocado y que la nueva ruta era la verdadera.
Al punto volvió sobre sus pasos la caravana, emprendiendo el nuevo camino, y de esta suerte prosiguió el viaje durante días y días, hasta que una noche llegó ante una columna de piedra negra, a la cual estaba encadenado un ser extraño del que no se veía más que medio cuerpo, pues el otro medio aparecía enterrado en el suelo. Aquel busto que surgía de la tierra, como si fuera un engendro monstruoso arrojado allí por la fuerza de las potencias infernales. Era negro y corpulento como el tronco de una palmera vieja, seca y desprovista de sus palmas. Tenía dos enormes alas negras, y cuatro manos, dos de las cuales semejaban garras de leones. En su cráneo espantoso se agitaba de un modo salvaje una cabellera erizada de crines ásperas, como la cola de un asno silvestre. En las cuencas de sus ojos llameaban dos pupilas rojas, y en la frente, que tenía dobles cuernos de buey, aparecía el agujero de un solo ojo que se abría inmóvil y fijo, lanzando iguales resplandores verdes que la mirada de tigres y panteras.
Al ver a los viajeros, el busto agitó los brazos dando gritos espantosos, y haciendo movimientos desesperados como para romper las cadenas que le sujetaban a la columna negra. Y asaltada por un terror extremado, la caravana se detuvo allí, sin alientos para avanzar ni retroceder.
Entonces se encaró el emir Muza con el jeque Abdossamad y le preguntó: "¿Puedes ¡oh venerable! decirnos que significa esto?" El jeque contestó: "¡Por Alah, ¡oh emir! que esto supera a mi entendimiento!" Y dijo el emir Muza: "¡Aproxímate, pues, más a él, e interrógale! ¡Acaso él mismo nos lo aclare!" Y el jeque Abdossamad no quiso mostrar la menor vacilación, y se acercó al monstruo, gritándole: "¡En el nombre del Dueño que tiene en su mano los imperios de lo Visible y de lo Invisible, te conjuro a que me respondas! ¡Dime, quién eres, desde cuándo estás ahí y por qué sufres un castigo tan extraño!"
Entonces ladró el busto. Y he aquí las palabras que entendieron luego el, emir Muza, el jeque Abdossamad y sus acompañantes:
"Soy un efrit de la posteridad de Eblis, padre de los genn. Me llamo Daesch ben-Alaemasch, y estoy encadenado aquí por la Fuerza Invisible hasta la consumación de los siglos.
"Antaño, en este país, gobernado por el rey del Mar, existía en calidad de protector de la Ciudad de Bronce un ídolo de ágata roja, del cual yo era guardián y habitante al propio tiempo. Porque me aposenté dentro de él; y de todos los países venían muchedumbres a consultar por conducto mío la suerte y a escuchar los oráculos y las predicciones que auguraban lo que hacía yo.
"El rey del Mar, de quien yo mismo era vasallo, tenía bajo su mando supremo al ejército de los genios que se habían rebelado contra Soleimán ben-Daúd; y me había nombrado jefe de ese ejército para el caso de que estallara una guerra entre aquél y el señor formidable de los genios. Y, en efecto, no tardó en estallar tal guerra,
"Tenía el rey del Mar una hija tan hermosa, que la fama de su belleza llegó a oídos de Soleimán, quien deseoso de contarla entre sus esposas, envió un emisario al rey del Mar para pedírsela en matrimonio, a la vez que, le instaba a romper la estatua de ágata, y a reconocer que no hay más Dios que Alah, y que Soleimán es el profeta, de Alah y le amenazaba con su enojo y su venganza, si no se sometía inmediatamente a sus deseos.
"Entonces congregó el rey del Mar a sus visires Y a los jefes de los genn, y les dijo: "Sabed que Soleimán me amenaza con todo género de calamidades para obligarme a que le de mi hija, y rompa la estatua que sirve de vivienda a vuestro jefe Daesch ben-Alaemasch. ¿Qué opináis acerca de tales amenazas? ¿Debo inclinarme a resistir?"
"Los visires contestaron " Y que tienes que temer del poder de Soleimán, ¡oh rey nuestro! ¡Nuestras fuerzas son tan formidables como las suyas por lo menos, y sabremos aniquilarlas!" Luego se encararon conmigo y me pidieron mi opinión. Dije entonces: "¡Nuestra única respuesta para Soleimán será dar una paliza a su emisario!". Lo cual ejecutó al punto. Y dijimos al emisario: "¡Vuelve ahora para dar cuenta de la aventura a tu amo!"
"Cuando se enteró Soleimán del trato infligido a su emisario, llegó al límite de la indignación, y reunió en seguida, todas sus fuerzas disponibles, consistentes en genios, hombres, pájaros y animales. Confió a Assaf ben-Barkhia el mando de los guerreros humanos, y a Domriat, rey de los efrits, el mando de todo el ejército de genios, que ascendía a se sesenta millones, y el de los anímales y aves de rapiña recolectados en todos los puntos del universo y en la islas y mares de la tierra. Hecho lo cual, yendo a la cabeza de tan formidable ejército, Soleimán se dispuso invadir el país de mi soberano el rey del Mar. Y no bien llegó, alineó su ejército en orden de batalla
"Empezó por formar en dos alas a los animales, colocándolos en líneas de a cuatro, y en los aires apostó a las grandes aves de rapiña, destinadas a servir de centinelas que descubriesen nuestros movimientos y a arrojarse de pronto sobre los guerreros para herirles y sacarles los ojos. Compuso la vanguardia con el ejército de hombres, y la retaguardia con el ejército de genios; y mantuvo a su diestra a su visir Assaf ben-Barkhia, y a su izquierda a Domriat, rey de los genios del aire. Él permaneció en medio, sentado en su trono de pórfido y de oro, que arrastraban cuatro elefantes. Y dio entonces la señal de la batalla.
"De repente, se hizo oír un clamor que aumentaba con el ruido de carreras al galope y el estrépito tumultuoso de los genios, hombres, aves de rapiña y fieras guerreras; y resonaba la corteza terrestre bajo el azote formidable de tantas pisadas, en tanto que retemblaba el aire con el batir de millones de alas, y con las exclamaciones, los gritos y los rugidos.
"Por lo que a mí respecta, se me concedió el mando de la vanguardia del ejército de genios sometido al rey del Mar. Hice una seña a mis tropas, y a la cabeza de ellas me precipité sobre el tropel de genios enemigos que mandaba el rey Domriat. E intentaba atacar yo mismo al jefe de los adversarios, cuando le vi convertirse de improviso en una montaña inflamada que empezó a vomitar fuego a torrentes, esforzándose por aniquilarme y ahogarme con los despojos que caían hacia nuestra parte en olas abrasadoras. Pero me defendí y ataqué con encarnizamiento, animando a los míos, y sólo cuando me convencí de que el número de mis enemigos me aplastaría a la postre, di la señal de retirada y me puse en fuga por los aires a fuerza de alas. Pero nos persiguieron por orden de Soleimán, viéndonos por todas partes rodeados de adversarios, genios, hombres, animales y pájaros; y de los nuestros quedaron extenuados unos, aplastados otros, por las patas de los cuadrúpedos, y precipitados otros desde lo alto de los aires, después que les sacaron los ojos y les despedazaron la piel. También a mí me alcanzaron en mi fuga, que duró tres meses. Preso y amarrado ya, me condenaron a estar sujeto a esta columna negra hasta la extinción de las edades, mientras que aprisionaron a todos los genios que yo tuve a mis órdenes, los transformaron en humaredas y los encerraron en vasos de cobre, sellados con el sello de Soleimán, que arrojaron al fondo del mar que baña las murallas de la Ciudad de Bronce.
"En cuanto a los hombres que habitaban este país, no sé exactamente qué fue de ellos, pues me hallo encadenado desde que se acabó nuestro poderío, ¡Pero si vais a la Ciudad de Bronce, quizás os tropecéis con huellas suyas y lleguéis a saber su historia!"
Cuando acabó de hablar el busto, comenzó a agitarse de un modo frenético para desligarse de la columna. Y temerosos de que lograra libertarse y les obligara a secundar sus esfuerzos, el emir Muza y sus acompañantes no quisieron permanecer más tiempo allí, y se dieron prisa a proseguir su camino hacia la ciudad, cuyas torres y murallas veían ya destacarse en lontananza.
Cuando sólo estuvieron a una ligera distancia de la ciudad, como caía la noche y las cosas tomaban a su alrededor un aspecto hostil, prefirieron esperar al amanecer para acercarse a las puertas; y montaron tiendas donde pasar la noche, porque estaban rendidos de las fatigas del viaje.
Apenas comenzó el alba por Oriente a aclarar las cimas de las montanas, el emir Muza despertó a sus acompañantes, y se puso con ellos en camino para alcanzar una de las puertas de entrada. Entonces los vieron erguirse formidables ante ellos, en medio de la claridad matinal, las murallas de bronce, tan lisas, se dirían que acababan de salir del molde en que las fundieron. Era tanta su altura, que parecían como una primera cadena de los montes gigantescos que las rodeaban, y en cuyos flancos se incrustaban cual nacidas allí mismo con el metal de que se hicieron.
Cuando pudieron salir de la inmovilidad que les produjo aquel espectáculo sorprendente, buscaron con la vista alguna puerta por donde entrar a la ciudad. Pero no dieron con ella. Entonces echaron a andar bordeando las murallas, siempre en espera de encontrar la entrada. Pero no vieron entrada ninguna. Y siguieron andando todavía horas y horas sin ver puerta ni brecha alguna, ni nadie que se dirigiese a la ciudad o saliese de ella. Y a pesar de estar ya muy avanzado el día, no oyeron dentro ni fuera de las murallas el menor rumor, ni tampoco notaron el menor movimiento arriba ni al pie de los muros. Pero el emir Muza no perdió la esperanza, animando a sus acompañantes para que anduviesen más aún; y caminaron así hasta la noche, y siempre veían desplegarse ante ellos la línea inflexible de murallas de bronce que seguían la carrera del sol por valles y costas, y parecían surgir del propio seno de la tierra.
Entonces el emir Muza ordenó a sus acompañantes que hicieran alto para descansar y comer. Y se sentó con ellos durante algún tiempo, reflexionando acerca de la situación.
Cuando hubo descansado, dijo a sus compañeros que se quedaran allí vigilando el campamento hasta su regreso, y seguido del jeque Abdossamad y de Taleb ben-Sehl, trepó con ellos a una alta montaña con el propósito de inspeccionar los alrededores y reconocer aquella ciudad que no quería dejarse violar por las tentativas humanas...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.
Pero cuando llegó la 343 noche ella dijo:

Bruce Baillie (1931): All my Life (Toda mi vida) (1966)


Bruce Baillie - All My Life from Andrew EW Neel on Vimeo.


Uno de los más hermosos y sencillos recorridos cinematográficos por una vida.

Sobre este cineasta fundamental norteamericano, véase su web: http://www.brucebaillie.com/

miércoles, 21 de septiembre de 2011

De la "Seca" a la Meca

La construcción del templo expiatorio cristiano de la Sagrada Familia, inicialmente de Gaudí, de Barcelona terminará, se anunció ayer, en el 2025.
Se levantará el pináculo central, de 170 metros de altura -superando la altura de todos los rascacielos de la ciudad, pero ya se sabe que la arquitectura sagrada es más elevada-, se derribará una manzana de viviendas para alzar la fachada principal -un tema del que nadie, pudorosamente, quiere hablar-, y se seguirán las obras a ritmo frenético, sin permiso de obras.

No se permite la construcción de ninguna mezquita en Barcelona. Los fieles musulmanes tendrán que seguir acudiendo a oratorios que no son sino garajes o talleres apenas reconvertidos, a menudo en polígonos industriales o en callejuelas oscuras.
Los motivos por los que las autoridades municipales no permiten una gran mezquita son de orden político: la financiación provendría de Arabia Saudí, por lo que se divulgaría el wahhabismo, una rama extremista del credo musulmán.

Es obvio, por tanto, que, toda vez que la Sagrada familia se eleva con donaciones privadas, se estudia con cuidado el color político de los donantes, solo se aceptan donaciones de partidos de izquierda y se rechazan fondos de miembros de sectas como el Opus Dei. En Cataluña, como sabemos, no cabe la extrema derecha. Plataforma Per Catalunya debe de ser otra cosa. Muy cristiana.

Hermanos Lumière: Ballade en bateau à New York (Paseo en barca en Nueva York, o Rascacielos de Nueva York desde North River) (1903)

Hermanos (Auguste, 1862-1954 & Louis, 1864-1948) Lumière: Démolition d´un mur (El derribo de un muro) 1896)



¿La primera "performance"?

Sobre los Hermanos Lumière, y este corto en particular, véase:

http://www.greedno.fr/art_cinematographie_analysefilmique_realisateur_frereslumiere_filmslumiere_352.php

martes, 20 de septiembre de 2011

Thien-Co Pham Ke (1985): Ma ville est un monstre (Mi ciudad es un monstruo) (2009)


"Ma ville est un monstre" - Le film por Lisaa-animation

Sobre este artista, véase su web.

La historia de la Ciudad de Bronce (Primera noche. Cuento de Las Mil y Una Noches)

"Cuentan que en el trono de los califas Omniadas, en Damasco, se sentó un rey -¡sólo Alah es rey!- que se llamaba Abdalmalek ben-Merwán. Le gustaba departir a menudo con los sabios de su reino acerca de nuestro señor Soleimán ben Laúd (¡con él la plegaria y la paz!), de sus virtudes, de su influencia y de su poder ilimitado sobre las tierras de las soledades, los efrits que pueblan el aire y los genios marítimos y subterráneos.
Un día en que el califa, oyendo hablar de ciertos vasos de cobre antiguo cuyo contenido era una extraña humareda negra de formas diabólicas, se asombraba en extremo y parecía poner en duda la realidad de hechos tan verídicos, hubo de levantarse entre los circunstantes el famoso viajero Talen ben-Seúl, quien confirmó el relato que acababan de escuchar y añadió: "En efecto, ¡oh Emir de los Creyentes! esos vasos de cobre no son otros que aquellos donde se encerraron, en tiempos antiguos a los genios que se rebelaron ante las órdenes de Soleimán, vasos arrojados al fondo del mar mugiente, en los confines de Maghreb, en el África occidental, tras de sellarlos con el sello temible. Y el humo que se escapa de ellos es simplemente el alma condensada de los efrits, los cuales no por eso dejan de tomar su aspecto formidable si llegan a salir al aire libre."
Al oír talas palabras, aumentaron considerablemente la curiosidad y el asombro del califa Abdalmalek, que dijo a Taleb ben-Sehl: "¡Oh Taleb, tengo muchas ganas de ver uno de esos vasos de cobre que encierran efrits convertidos en humo! ¿Crees realizable mi deseo? Si es así, pronto estoy a hacer por mí propio las investigaciones necesarias. Habla." El otro contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! Aquí mismo puedes poseer uno de esos objetos, sin que sea precíso que te muevas y sin fatigas para tu persona venerada. No tienen más que enviar una carta al emir Muza, tu lugarteniente en el país de los Maghreb. Porque la montaña a cuyo pie se encuentra el mar que guarda esos vasos, está unida al Maghreb por una lengua de tierra que puede atravesarse a pie enjuto. ¡Al recibir una carta semejante, el emir Muza no dejará de ejecutar las órdenes de nuestro amo el califa!".
Estas palabras tuvieron el don de convencer a Abdalmalek, que dijo a Taleb en el instante: "¿Y quién mejor que tú ¡oh Taleb! será capaz de ir con celeridad al país de Mabhreb con el fin de llevar esa carta a mi lugarteniente el emir Muza? Te otorgo plenos poderes para que tomes de mi tesoro lo que juzgues necesario para gastos de viaje, y para que lleves cuantos hombres te hagan falta en calidad de escolta. ¡Pero date prisa, oh Taleb!" Y al punto escribió el califa una carta de su puño y letra para el emir Muza, la selló y se la dio a Taleb, que besó la tierra entre las manos del rey, y no bien hizo los preparativos oportunos, partió con toda diligencia hada el Moglhreb, a donde llegó sin contratiempos.
El emir Muza le recibió con júbilo y guardándole todas las consideraciones debidas a un enviado del Emir de los Creyentes; y cuando Taleb le entregó la carta, la cogió, y después de leerla y comprender su sentido, se la llevó a sus labios, luego a su frente, y dijo: "¡Escucho y obedezco!" Y en seguida mandó que fuera a su presencia el jeque Abdossamad, hombre que había recorrido todas las regiones habitables de la tierra, y que a la sazón pasaba los días de su vejez anotando cuidadosamente, por fechas, los conocimientos que adquirió en una vida de viajes no interrumpidos. Y cuando se presentó el jeque, el emir Muza le saludó con respeto y le dijo: "¡Oh jeque Abdossamad! He aquí que el Emir de los Creyentes me transmite sus órdenes para que vaya en busca de los vasos de cobre antiguos, donde fueron encerrados por nuestro señor Soleimán ben-Daúd los genios rebeldes. Parece ser que yacen en el fondo de un mar situado al pie de una montaña que debe hallarse en los confines extremos del Moghreb. Por más que desde hace mucho tiempo conozco todo el país, nunca oí hablar de ese mar ni del camino que a él conduce; pero tú, ¡oh jeque Abdossamad! que recorriste el mundo entero, no ignorarás sin duda la existencia de esa montaña y de ese mar.
Reflexionó el jeque una hora de tiempo, y contestó: "¡Oh emir Muza ben-Nossair! No son desconocidos para mi memoria esa montaña y ese mar; pero, a pesar de desearlo, hasta ahora no pude ir donde se hallan; el camino que allá conduce se hace muy penoso a causa de la falta de agua en las cisternas, y para llegar se necesitan dos años y algunos meses, y más aún para volver, ¡suponiendo que sea posible volver de una comarca cuyos habitantes no dieron nunca la menor señal de su existencia, y viven en una ciudad situada, según dicen, en la propia cima de la montaña consabida, una ciudad en la que no logró penetrar nadie y que se llama la Ciudad de Bronce!"
Y dichas tales palabras, se calló el jeque, reflexionando un momento todavía, y añadió: "Por lo demás, ¡oh emir Muza! no debo ocultarte que ese camino está sembrado de peligros y de cosas espantosas, y que para seguirle hay que cruzar un desierto poblado por efrits y genios, guardianes de aquellas tierras vírgenes de la planta humana desde la antigüedad. Efectivamente, sabe ¡oh Ben-Nossair! que esas comarcas del extremo Occidente africano están vedadas a los hijos de los hombres; sólo dos de ellos pudieron atravesarlas: Soleimán ben-Daúd, uno, y El Iskandar de Dos-Cuernos, el otro. ¡Y desde aquellas épocas remotas, nada turba él silencio que reina en tan vastos desiertos! Pero si deseas cumplir las órdenes del califa e intentar, sin otro guía que tu servidor, ese viaje, por un país que carece de rutas ciertas, desdeñando obstáculos misteriosos y peligros, manda cargar mil camellos con odres repletos de agua y otros mil camellos con víveres y provisiones; lleva la menos escolta posible, porque ningún poder humano nos preservaría de la cólera de las potencias tenebrosas cuyos dominios vamos a violar, y no conviene que nos indispongamos con ellas alardeando de armas amenazadoras e inútiles. ¡Y cuando esté preparado todo, haz tu testamento, emir Muza, y partamos!...
Al oír tales palabras, el emir Muza, gobernador del Moghreb invocando el nombre de Alah,, no quiso tener un momento de vacilación; congregó a los jefes de sus soldados y a los notables del reino, testó ante ellos y nombró como sustituto a su hijo Harún. Tras de lo cual, mandó hacer los preparativos consabidos, no se llevó consigo más que algunos hombres seleccionados de antemano, y en compañía del jeque Abdossamad y de Taleb, el enviado del califa, tomó el camino del desierto, seguido por mil camellos cargados con agua y por otros, mil cargados con víveres y provisiones.
Durante días y meses marchó la caravana por las llanuras solitarias, sin encontrar por su camino un ser viviente en aquellas inmensidades monótonas cual el mar encalmado. Y de esta suerte continuó el viaje en medio del silencio infinito, hasta que un día advirtieron en lontananza como una nube brillante a ras del horizonte, hacia la que se dirigieron. Y observaron que era un edificio con altas murallas de acero chino, y sostenido por cuatro filas de columnas de oro que tenían cuatro mil pasos de circunferencia. La cúpula de aquel palacio era de oro, y servía de albergue a millares y millares de cuervos, únicos habitantes que bajo el cielo se veían allá. En la gran muralla donde se abría la puerta principal, de ébano macizo incrustado de oro, aparecía una placa inmensa de metal rojo, la cual dejaba leer estas palabras trazadas en caracteres jónicos, que descifró el jeque Abdossamad y se las tradujo al emir Muza y a sus acompañantes:
¡Entra aquí para saber la historia de los dominadores!
¡Todos pasaron ya! Y apenas tuvieron tiempo para descansar a la sombra de mis torres.
¡Los dispersó la muerte como si fueran sombras! ¡Los disipó la muerte como a la paja el viento!
Con exceso se emocionó el emir Muza al oír las palabras que traducía el venerable Abdossamad, y murmuró: "¡No hay más Dios que Alah! Luego dijo: "¡Entremos!" Y seguido por sus acompañantes, franqueó los umbrales de la puerta principal y penetró en el palacio.
Entre el vuelo mudo de los pajarracos negros, surgió ante ellos la alta desnudez granítica de una torre cuyo final se perdía de vista, y al pie de la que se alineaban en redondo cuatro filas de cien sepulcros cada una, rodeando un monumental sarcófago de cristal pulimentado, en torno del cual se leía esta inscripción, grabada en caracteres jónicos realzados por pedrerías:
¡Pasó cual el delirio de las fiebres la embriaguez del triunfo!
¿De cuántos acontecimientos no hube de ser testigo?
¿De qué brillante fama no gocé en mis días de gloria?
¿Cuántas capitales no retemblaron bajo el casco sonoro de mi caballo?
¿Cuántas ciudades no saqueé, entrando en ellas como el mismo destructor?
¿Cuantos imperios no destruí, impetuoso como el trueno?
¿Qué de potentados no arrastré a la zaga de mi carro?
¿Qué de leyes no dicté en el universo?
¡Y ya lo veis!
¡La embriaguez de mi triunfo pasó cual el delirio de la fiebre, sin dejar más huella que la que en la arena pueda dejar la espuma!
¡Me sorprendió la muerte sin que mi poderío rechazase, ni lograran mis cortesanos defenderme de ella!
Por tanto, viajero, escucha las, palabras que jamás mis labios pronunciaron mientras estuve vivo:
¡Conserva tu alma! ¡Goza en paz la calma de la vida, la belleza, que es calma de la vida! ¡Mañana se apoderará de ti la muerte!
Mañana responderá la tierra a quien te llame: "¡Ha muerto! ¡Y nunca mi celoso seno devolvió a los que guarda para la eternidad!"
Al oír estas palabras que traducía el jeque Abdossamad, el emir Muza y sus acompañantes no pudieron por menos de llorar. Y permanecieron largo rato en pie ante el sarcófago y los sepulcros, repitiéndose las palabras fúnebres. Luego se encaramaron a la torre, que se cerraba con una puerta de dos hojas de ébano, sobre la cual se leía esta inscripción, también grabada en caracteres jónicos realzados por pedrerías:
¡En el nombre del Eterno, del Inmutable!
¡En el nombre del Dueño de la fuerza y del poder!
¡Aprende, viajero que pasas por aquí, a no enorgullecerte de las apariencias, porque su resplandor es engañoso!
¡Aprende con mi ejemplo a no dejarte deslumbrar por ilusiones que te precipitarían en el abismo!
¡Voy a hablarte de mi poderío!
¡En mis cuadras, cuidadas por los reyes que mis armas cautivaron, tenía yo diez mil caballos generosos!
¡En mis estancias reservadas, tenía yo como concubinas mil vírgenes descendientes de sangre real y otras mil vírgenes escogidas entre aquellas cuyos senos son gloriosos, y cuya belleza hace palidecer el brillo de la luna!
¡Me dieron mis esposas una posteridad de mil príncipes reales, valientes cual leones!
¡Poseía inmensos tesoros, y bajo mi dominio se abatían los pueblos y los reyes, desde el Oriente hasta los limites extremos de Occidente, sojuzgados por mis ejércitos invencibles!
¡Y creía eterno mi poderío, y afirmada por los siglos la duración de mi vida, cuando de pronto se hizo oír la voz que me anunciaba los irrevocables decretos del que no muere!
¡Entonces reflexioné acerca de mi destino!
¡Congregué a mis jinetes y a mis hombres de a pie, que eran millares, armados con sus lanzas y con sus espadas!
¡Y congregué a mis tributarios los reyes, y a los jefes de mi imperio, y a los jefes de mis ejércitos!
Y a presencia de todos ellos hice llevar mis arquillas y los cofres de mis tesoros, y les dije a todos:
"¡Os doy estas riquezas, estos quintales de oro y plata, si prolongáis sólo por un día mi vida sobre la tierra!"
¡Pero se mantuvieron con los ojos bajos, y guardaron silencio! ¡Hube de morir a la sazón! ¡Y mi palacio se tornó en asilo de la muerte!
¡Si deseas conocer mi nombre, sabe que me llamé Kusch ben-Scheddad ben-Aad el Grande!
Al oír tan sublimes verdades, el emir Muza y sus acompañantes prorrumpieron en sollozos y lloraron largamente. Tras de lo cual penetraron en la torre, y hubieron de recorrer inmensas salas habitadas por el vacío y el silencio. Y acabaron por llegar a una estancia mayor que las otras, con bóveda redondeada en forma de cúpula, y que era la única de la torre que tenía algún mueble. El mueble consistía en una colosal mesa de madera de sándalo, tallada maravillosamente, y sobre la cual se destacaba en hermosos caracteres análogos a los anteriores, esta inscripción:
-¡Otrora se sentaron a esta mesa mil reyes tuertos, y mil reyes que conservaban bien sus ojos! ¡Ahora son ciegos todos en la tumba!
El asombro del emir Muza hubo de aumentar frente a aquel misterio, y como no pudo dar con la solución, transcribió tales palabras en sus pergaminos; luego, conmovido en extremo, abandonó el palacio y emprendió de nuevo con sus acompañantes el camino de la Ciudad de Bronce...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.......

(¿Seguirá mañana al alba?....................................)

lunes, 19 de septiembre de 2011

(Tras la puerta verde) The Bangles (1981-): In Your Room (1988)



Tocho no está anclado en el pasado. También se refiere al arte contenmporáneo, defendiendo a sus clásicos.

Una profunda reflexión sobre el espacio doméstico, personal, íntimo....

No debe de extrañar que, tras cumbres de los años ochenta como ésas, se declarara que el arte había muerto. Insuperables

CAMPO Y CIUDAD (EN SUMER)

Acaso el medio fuera muy agresivo. La tierra era fértil; el agua abundante, y los juncos, con los que trenzar cobertizos, fortalecer muros de barro y alimentar a los rebaños, inextinguibles; pero las inundaciones, causadas por el escaso desnivel de las tierras, a nivel del mar, eran destructivas; la costa, incierta: el mar subía y bajaba; el suelo, cargado de agua, limo y juncales, inestable, y el nivel freático, con aguas salobres que asolaban las tierras cultivables, casi en la superficie. El cauce de los ríos, siempre cambiante, llevaba a que el desierto rondara siempre Sumer.

Ante esas condiciones, los humanos decidieron protegerse del entorno. La mejor manera de romper con él fue la invención de ciudad. El espacio urbano agrupa a quienes ya no viven, no quieren vivir de la tierra que otros, los campesinos, cultivan.

Como escribe claramente el gran sumerólogo francés Jean-Pierre Huot, la ciudad es una creación artificial: un espacio ideal, ordenado por los dioses (y los hombres). No está en conexión con la tierra, no brota de ella, sino que la explota, la somete y al mismo tiempo se defiende de ella. Vive de -no con- ella.

La escritura aparece lógicamente en la ciudad. Algunos filósofos han sostenido que las sociedades antiguas eran distintas a las modernas porque creían en la identidad entre las cosas y las palabras que las nombras. Sin duda, una mirada condescendiente hacia los hombres del pasado; una mirada de filósofos marcados por la interpretación del Antiguo Testamento (para el que las cosas son el nombre que Yavhé les concedió).

Quizá en la prehistoria los mesopotámicos creyeran en el poder creador de la palabra oral. Nunca lo sabremos. Pero la invención de la escritura fue otro medio para apartarse de la naturaleza y crear un mundo propio, artificial, a mano y controlable por el hombre.

Como nosotros, los sumerios creían que los nombres propios reflejan la personalidad del individuo, y que los nombres de los dioses no debían pronunciarse en vano. Mas sabían que las palabras, orales y escritas, eran una convención. Para los mesopotámicos, la escritura fue una invención humana, no divina: Adapa, sabio pero mortal (pese a ser hijo del dios Enki), la transmitió a sus iguales. Muchas de las palabras polisilábicas sumerias se escribían con los signos de palabras monosilábicas utilizados no por lo que designaban sino solo por su valor fonético. La palabra, al menos la palabra escrita, no guardaba relación alguna con lo que designaba. Era una creación independiente del mundo natural.

Los mesopotámicos del sur crearon una cultura de ciudades y letras: vivieron entre techos y textos, precisamente para armarse contra el mundo, para no verlo. Cuando la realidad es demasiado dura, la ciudad compone un escenario seguro y las palabras recrean un mundo ilusorio y a la medida del hombre.

Berthold Bartosch (1893-1968): L´idée (Snippet) (1932)


L'Idée (1932) por Tomsutpen


El primer corto de animación con la técnica experimental del dibujo y del borrado en una misma hoja, que Kentridge populizará setenta años más tarde, y la superposición de hojas translúcidas dibujadas, que Disney, más tarde, también empleará.
Quizá el corto de animación más importante de la historia.

Véase este blog: http://motiondesign.wordpress.com/2007/06/05/the-idea-1932-by-berthold-bartosch/

domingo, 18 de septiembre de 2011

Florence Miailhe (1956): Conte de quartier (Cuento de barrio) (2006)


Conte de quartier [1] por yamed


Conte de quartier [2] por yamed

Premiado en Leipzig: Festival Internacional de Cine Documental y de Animación - 2006

Casas anheladas II

El profesor Dr. Artur Simoes Rozestraten (Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paolo, Brasil), he tenido la generosidad de enviar algunas imágenes de la procesión en honor de la Nuestra Señora de Nazaret, en Belem (Brasil), ya mencionada en una entrada anterior, durante la cual los fieles imploran que se deseo de un hogar se materialice (lo que la maqueta expresa y anuncia), junto con un artículo científico publicado recientemente:

SIMOES ROZESTRATEN, Artur: "BELÉM DO PARÁ, MACEIÓ, E A SOBREVIVÊNCIA DOS “PORTADORES DO MODELO DE ARQUITETURA”";  "BELÉM DO PARÁ, MACEIÓ, AND THE SURVIVAL OF THE “ARCHITECTURAL MODEL HOLDERS”", Tempo e Argumento, Vol. 3, No 1 (2011):

 http://www.periodicos.udesc.br/index.php/tempo/article/view/2187

Fascina la utilización de un único ladrillo como metonimia de una casa, un ladrillo convertido en casa, cuyos huecos sob las ventanas del hogar, que ya "es" la casa: la primera piedra de la casa anhelada. Aspiran a que esos bienes muebles se enraicen, se vuelvan inmuebles.
El tamaño de algunas maquetas no indica que se aspire a una casa grande, sino a una casa cuya materialización no sea imposible o se  postergue, porque la casa ya está allí casi presente, brindando sombra a quien se cobijará en ella -o ya se cobija bajo su techo.

Ruego se cite siempre al profesor Dr. Artur Simoes como autor de las fotos y del artículo. Tocho no tiene derecho alguno sobre este material amablemente cedido.





Beirut: La banlieue (La periferia) (2007) / Nantes (La ciudad de Nantes) (versiones grabada y en directo) (2007)






#64.1 - Beirut - Nantes por lablogotheque

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mircea Cantor (1977): Monument for the End of the World (2006)

Mircea Cantor (1977): Tracking Happiness (2009)



Sobre Mircea Cantor (candidato al Premio Marcel Duchamp, 2011), véase: http://www.mirceacantor.ro/

Tracking Happiness es uno de las video-instalaciones mas conocidas realizadas en los últimos años. Mostrada reiteradamente en museos y festivales: un corro de mujeres que barren (que buscan o que dispersan) incesantemente, la mirada gacha, dando vueltas sobre sí mismas

Joëlle Bouvier (1959) & Régis Obadia (1958): La chambre (la habitación) (1988)



Una pieza ya clásica sobre el espacio interior, doméstico, vivido, que la danza construye y descubre.

Sobre la compañía dedanza de Régis Obadia: http://www.regisobadia.com/

Sobre la companía dedanza de Joëllle Bouvier: http://joellebouvier.com/public/

Espacio público

Los ayuntamientos de Badalona y Salt, respectivamente, han suprimido bancos (o los han reemplazado por asientos sin dosel, o individuales) y cerrado fuentes de espacios públicos para evitar que personas se estiren a lo largo y duerman en los bancos, o vayan a la fuente a coger el agua corriente de la que no disponen en casa. Hasta llenan garrafas, se comenta. Del mismo modo, Barcelona modifica plazas públicas, suprimiendo escaleras y desniveles y reemplazándolos por rampas: de este modo, se dificulta que la gente se siente más o menos cómodamente en la plaza
Las medidas son más que razonables; incluso, muy comedidas, escasas. En verdad, se podrían llevar a cabo unas cuantas más: por ejemplo, la supresión de pavimentos y duros y su sustitución por suelos embarrados, por no hablar de la supresión del espacio público: plazas e incluso calles, utilizándolos como espacios edificables. Se evitaría cualquier apropiación, porque no habría nada de que apropiarse. Se podría también pensar en la construcción de pasos subterráneos, túneles, etc., de modo que se evite la desagradable presencia de viandantes al exterior.
Acertademente, ningún partido político, ninguna institución pública o cultural se han soliviantado. No se ha protestado porque esas medidas pudieran implicar el cruce de "una línea roja", ni que se degradara la imagen de las ciudades o de Cataluña.
Se trata, en fin, de pobres: negros, marroquíes, incluso rumanos y gente de mal vivir. No son como nosotros, no han brotado de la tierra, no tienen raíces. ¿Por qué habría que dejarles que se asienten?
Somos cristianos y sabemos qué papel juegan las fuentes en las ciudades: se montan corrillos, acuden las mujeres y llega siempre un salvador.  Las fuentes, son un peligro público, por no hablar de los bancos (para descansar, una actividad impropia de la gente de bien).
Todo es perfecto. Se toman medidas adecuadas y no decimos nada. Es que no va con nosotros. Para los demás, ni agua.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Casa anheladas: Ceremonia en honor de Nuestra Señora de Nazaret, Belem (Brasil)




Fotos: Artur Simoes, Brasil


Inspirado en una exposición, titulada Casas del alma, que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) organizó, en 1997, sobre el simbolismo de unos modestos objetos votivos de la Antigüedad, que representaban el hogar del difunto o del fiel, utilizados en ceremonias de carácter funerario o religioso, el doctor Artur Simoes, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paolo (Brasil), estudia desde hace años un curioso ritual en honor de Nuestra Señora de Nazaret, que se llera a cabo en Belém (Brasil), durante el mes de Octubre.
Esta procesión, de origen europeo, sin duda medieval, consiste en llevar ante la imagen de la Virgen la maqueta de la casa soñada, el hogar que el devoto quiere construir. El fiel porta la maqueta sobre la cabeza: aquélla le cubre: ya cumple la función de un hogar: cuida, e identifica a quien se pone bajo su techo -dando sentido a su vida. Ya no es un sin-hogar, un desarraigado.
La maqueta constituye un amuleto contra la mala suerte; conjura el que la casa no llegue a ser construida; pero también actúa como un verdadero modelo: de algún modo, ya realiza el sueño del fiel: la casa a la que aspira ya se materializa, ya que la "divinidad" acepta que la maqueta le sea mostrada. Por el hecho que los ojos de la "divinidad" se posan sobre el objeto, éste cobra existencia, se anima. El fiel se asegura la pronta construcción de aquélla.

D.A. Pennebaker (1925): Daybreak Express (1953)

lunes, 12 de septiembre de 2011

Notas sobre la influencia del arte mesopotámico en el arte occidental





David Byrne (1952): Ur; Kish, del álbum The Forest (1988)
Bob Wilson utilizó algunos temas del álbum en la obra de teatro del mismo título.








Morton Subotnick (1933): The Wild Bull (1968)
El tema se refiera a una de las manifestaciones de grandes dioses mesopotámicos como An, Enlil o Enki, en forma de toro bravo, fecundando animales, humanos  y la tierra, y llenando el curso de los ríos con su semen (ab, en sumerio, significa agua y semen).





Darius Milhaud (1892-1974): La création du monde (1923)

Una gran parte de los temas o de los contenidos de la pintura occidental, y la casi totalidad de la forma proceden del arte greco-latino.
No obstante, no se tiene que desechar la influencia del arte del próximo Oriente antiguo (en el que algunos estudiosos sitúan la aportación del Egipto faraónico).

Es cierto que Mesopotamia ha aportado una iconografía demoníaca: los monstruos y los demonios románicos y góticos derivan del arte asirio y neo-asirio que llegó a Occidente a través del Imperio Romano Oriental (o Imperio Bizantino). Las formas asirias marcaron el arte siro-palestino, el cual fascinaría a Roma (pagana, y luego cristiana) cuando conquistaría Oriente.
Oriente también influyó el arte occidental a través de la Biblia que recoge numerosos motivos míticos mesopotámicos, como el diluvio, o que se inspiró en temas o formas mesopotámicos, como el zigurat del templo de Marduk, el dios protector de Babilonia, para construir el motivo de la denostada torre de Babel. De nuevo, Oriente aparece como una fuente de males. La reina Semiramis, mítica fundadora de Babilonia, según una tradición griega, también fascinó y suscitó rechazos a partes iguales en el imaginario europeo.

La influencia mesopotámica no se plasmó solo en monstruos. Las formas ojivales góticas proceden de la arquitectura persa.
Teniendo en cuenta que el Cristianismo (y el Islam) son religiones soteriológicas tardo-orientales, la iconografía cristiana del Buen Pastor deriva de las estatuas de Apolo, Hermes o Dionisos portando un cordero, un tipo de imagen que se inspira en la iconografía de, literalmente, el buen pastor, que se remonta a Elam (hoy irán) y Sumer (Irak), hace más de cinco mil años.

Desde luego, el arte árabe y el arte musulmán (no son exactamente lo mismo), también marcaron el arte medieval y renacentista europeos, desde el gusto por la matemática (que los árabes tomaron de Platón, un filósofo poco conocido en Occidente antes del siglo XV), los arabescos (con cuya ejecución Leonardo de Vinci demostraría su destreza) hasta la cámara oscura, como demuestra Hans Belting en su fascinante reciente monografía: Florence & Baghdad: Renaissance Art and Arab Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 2011.
La misma responsabilidad del artista, creador de su obra, refleja, en parte, la responsabilidad del profeta ante su dios, quien ha confiado y ha delegado en él la gestión del mundo.

Sin embargo, la influencia del arte acadio y sumerio -desde el Poema de la Creación babilónico hasta el Poema de Gilgamesh- solo llegaría a principios del siglo XX, junto con la influencia de las artes llamadas primitivas, cuando el arte y la "literatura" sumero-acadio fueron descubiertos e interpretados. Hasta Ulises, de James Joyce, hace patente las influencias del Próximo Oriente antiguo en el arte arcáico griego.

Algunos frutos sorprendentes de este descubrimiento aparecen en los vídeos antes incluidos.

Venga Monjas: El barrio de Gracia (Barcelona) (2011)



.... o el retorno de los Venga Monjas

jueves, 8 de septiembre de 2011

Amanda Forbis (1963) & Wendy Tilby : When the Day Breaks (Cuando el día despunta) (1999)



Una mañana en la gran ciudad.

Palma de Oro al Mejor Cortometraje en el 52ª Festival de Cannes, 1999; seleccionado para los Oscar 1999

Ken Jacobs (1933): Window (1964)



La dirección de la página web de este cineasta fundamental es: http://www.starspangledtodeath.com/

AMULETOS PARA EL HOGAR EN MESOPOTAMIA













En Sumeria escaseaba la piedra. Los edificios se construían con el material más abundante y a mano: arcilla para los muros, madera de palmera para las columnas que soportaban los pisos y quizá la escalera, juncos o cañas para los pisos (cubiertos de arcilla) y la cubierta, y yeso o alquitrán para impermeabilizar las estancias en las que se usaba agua (cocina, patios exteriores y aseos).

Los ladrillos moldeados, de barro mezclado con paja, se secaban al sol. Se disolvían con las primeras intensas lluvias entre marzo y mayo. Se construía rápido en Sumeria, por lo que los muros no eran excesivamente sólidos. La forma del ladrillo empleado (con una cara inexplicadamente abombada), en la primera mitad del tercer milenio aC, tampoco ayudaba a que los muros fueran muy estables.
Sin embargo, el grosor compensaba en parte la apresurada manufactura. En efecto, los muros exteriores podían tener más de diez metros de espesor, y se abrían escasas aperturas, muy pequeñas; eso ayudaba a que las paredes aguantaran la doble embestida del agua de lluvia y freática que ascendía por capilaridad: Sumer estaba a nivel del mar; el nivel freático, por tanto, estaba –y está- casi en la superficie; a poco que se excave, el agua aflora.
Pero, tras unos veinticinco años de inevitables lluvias breves pero torrenciales que socavaban la base de los muros, los edificios se desmoronaban y tenían que ser restaurados o reconstruidos. El barro retornaba el barro.
Los sumerios interpretaban lluvias, terremotos y ataques de enemigos como castigos divinos por la impiedad del monarca –o el capricho celestial.
A fin de proteger la obra en la medida de lo posible, junto con las ofrendas fundacionales, se distribuían en el interior de los muros fetiches de terracota. Éstos representaban a seres guardianes fabulosos, genios alados, seres híbridos que tenían que ahuyentar a los males. Al mismo tiempo, también se insertaban en los muros ladrillos con encantaciones y maldiciones.
Aunque se usaron en tiempos de los sumerios, fueron los asirios, ya en el primer milenio aC, más supersticiosos, quienes más recurrieron a esas figuritas profilácticas.

Entre los amuletos que protegían a edificios contra el mal de ojo, se hallaban los llamados “ídolos-ojo” del santuario de Tell Brak (en el norte de Siria, si bien muestra conexiones con culturas sureñas) (principios del IV milenio aC), uno de los más antiguos de Mesopotamia. Fue excavado por Mallowan (esposo de Agatha Christie). Durante tiempo se han interpretado esas pequeñas figuras de piedra, halladas a miles, planas, casi abstractas, en las que sobresalen ojos desorbitados, halladas a miles, como efigies de una divinidad (algunas figuras están coronadas por una tiara de cuernos), o como ofrendas (o imágenes) de fieles (representados aislados, en pareja, con un hijo, o en familia). Hoy, se piensa los ídolos eran fetiches, amuletos, distribuidos por las paredes de las capillas interiores, protectores del recinto contra los “malos espíritus”.

Finalmente, existía un último elemento constructivo que cubría una doble función práctica y mágica: el gozne de las puertas que daban al exterior. Pese a la relativa escasez de la piedra, los goznes consistían en gruesos bloques de piedra dura en los que penetraba el eje del vano. Formulas rituales (encantaciones, plegarias, maldiciones) se inscribían en la parte superior de la piedra (como se puede ver en la exposición). De este modo, las palabras detenían a los malos espíritus. La piedra constituía un obstáculo mágico que se interponía al paso de aquéllos. Cuando la casa se desmontaba, o se destruía para ser levantada de nuevo, se tenía mucho cuidado en recoger y conservar estas piedras para instalarlas en las nuevas construcciones., de modo a que la protección que brindaban siguiera siendo efectiva.