lunes, 9 de enero de 2012

Prima vera

El avión que vuela a Túnez está lleno, pero sorprendentemente vacío de turistas. Un grupo tan solo de unas ocho personas. ¿Sorprendentemente?

Sidi Bou Said es el Marbella de Túnez, con la diferencia que acoge la Escuela de Arquitectura. Todos los comercios están cerrados. No hay nadie por las calles, salvo algún vendedor ocioso. Hasta en el mismo Café Nattes lo único de pie son las columnas. Entre el ochenta y el noventa por ciento del turismo ha desaparecido.

La revuelta en Túnez no empezó entre diciembre de 2009 y enero de 2010, sino un año antes, con revueltas en las minas en el sur del país en la que se trabajaba -o ya no se trabajaba- en condiciones penosas. La revuelta empezó por hambre: na había nada. De ahí, lentamente, al cabo de un año, la protesta alcanzó la capital. El presidente Zine El Abidine Ben Ali, inesperadamente, huyó a Arabia Saudí tres semanas más tarde. La Secretaria de Asuntos Exteriores norteamericana le había comunicado que no le apoyaría más, y le invitaba a exiliarse. El actual gobierno tunecino reclama a Arabia Saudí la expatriación del antiguo presidente. Arabia Saudí se ha negado.

Las elecciones han llevado a partidos islamistas (como el ganador Ennahdha, que significa Renacer) y salafistas (que propugnan una vuelta al Corán de los inicios, a la Alta Edad Media, y la imposición de la sharia, obligando a la mujer a no salir del ámbito doméstico) al poder, mientras que los partidos de izquierda se han derrumbado. Los primeros habían sido prohibidos por el anterior gobierno (los salafistas -que han obtenido un treinta por ciento de los votos en Egipto- aún no están legalizados, mas voces de ministros islamistas defienden su legalización). Sin embargo, desde la independencia, en 1956, han creado una poderosa red asistencial. Mientras, los partidos de izquierda han debatido conceptos como los derechos humanos y la laicidad, siempre de acuerdo con embajadas occidentales, que no han llegado, y han quedado como conceptos abstrusos, inservibles, inadaptados a la realidad de miseria en la que se halla el país. Estos partidos han quedado como grupos preocupados por el sexo de los ángeles. Los partidos de izquierda, laicos, tratan ahora de seguir los métodos de los partidos islamistas para obtener votos en las próximas elecciones, de aquí a dos años, tras la nueva constitución que se está redactando, si ésta acepta a partidos laicos. Algunos partidos y personalidades de izquierda acusan, quizá de manera sorprendente, al "tío Sam" (los Estados Unidos) de haber apoyado a partidos islamistas, conscientes de que éstos, bien vistos por la población, mantendrían el orden, si bien estos sostienen que no han necesidado la ayuda de nadie para imponerse. La tensión, pues, sube. La sección estudiantil de Ennahdha, creada y presentada la semana pasada, en una conferencia de prensa, expulsó, entre gritos e insultos, a los periodistas laicos y de izquierdas que se retiraron.
Túnez se inclina lentamente hacia una teocracia. El velo vuelve. Los partidos islamistas promueven hoteles en los que el alcohol y las discotecas estarán prohibidos. Profesoras laicas y de izquierdas, inquietas, comentan, sarcástica (y temerosamente), que el sexo también estará sin duda proscrito. 

El temor no estaría injustificado. Los salafistas han creado una especia de república teocrática en el noroeste del país, cerca de Argelia. Aterrorizan a la población (con raíces pre-árabes, bereberes y bizantinas), que se resiste, con sables. Tratan de imponer la sharia. Hasta ahora el nuevo gobierno tunecino ha dejado hacer. Ayer, sin embargo, la policía finalmente intervino para desarmar a los salafistas, aunque no arrestó a nadie.
La unión política con Libia también inquieta a la mayoría de la población de la capital. Si bien las relaciones comerciales entre Túnez y Libia son estrechas, Túnez es aun una sociedad laica, mientras que la libia es tribal. La sharia se está imponiendo en Libia, por otra parte. La unión entre ambos países (una propuesta que no es nueva ya que, anteriormente, se intentó cuatro veces sin resultado) solo puede dar pie a un régimen teocrático.
Túnez, sotienen voces de izquierda, está en el filo. Pero la islamización gana terreno. La facultad de filosofía y letras está cerrada, pues estudiantes femeninas exigen el porte del burka -lo que impide saber quien se examina- sin que las autoridades académicas y políticas sepan cómo reaccionar.
¿Primavera?
Diluvia, hoy, en Túnez. Y el mar tiene un color terroso que se extiende hasta casi el horizonte, aplastado por negras cortinas de agua.

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