miércoles, 24 de abril de 2013

La interpretación de la cultura mesopotámica






El Museo Pérgamo, de Berlín, inaugura mañana, 25 de abril, una gran exposición sobre la ciudad mesopotámica de Uruk (hoy, en el sur de Iraq), así como su cultura, su "imperio", sus "colonias" y su legado, desde el VI milenio aC hasta el cristianismo, si bien el momento de máximo esplendor e influencia se sitúa entre el 3500 y el 2000 aC, durante el periodo de las culturas sumero-acadias.

La muestra presenta, entre otros enfoques que cambian la perspectiva del arte y la cultura mesopotámicos, dos nuevas interpretaciones de la escritura cuneiforme. Contrariamente a lo que se ha sostenido hasta hoy mismo, uno de los rasgos más extraños e inexplicados de esta escritura no habría existido nunca. Así, el giro de noventa grados que habrían sufrido los signos -giro que nadie ha logrado entender, cuya razón de ser es incomprensible-, no se habría producido. Los signos se habrían escrito siempre del mismo modo, con la misma inclinación. Los signos primitivos, girados noventa grados, no habrían sido signos cuneiformes, no habrían constituido escritura alguna, sino que habrían sido simples pictogramas, realizados para ser vistos, no leidos. No habrían sido palabras, sino tan solo imágenes. No habrían entrado a formar parte en ninguna cadena verbal.
Por otra parte, la exposición desmonta la interpretación comúnmente aceptada acerca del origen pictográfico de la escritura cuneiforme. por dos motivos. Es cierto que existen signos arcaicos que parecen representar cosas. Pero estos dibujos no eran signos, sino símbolos. No constituían palabras, sino representaciones plásticas, realizadas para ser vistas, no para ser leídas. La escritura habría nacido con signos "abstractos", sin referencia alguna a la forma del objeto designado. La escritura cuneiforme no habría sido nunca pictográfica, como los jeroglíficos egipcios.
Sin embargo, incluso algunos signos -signos, en este caso- "abstractos" parecen mantener cierto parecido formal con el entre designado. En este caso, sin embargo, los responsables de la muestra sostienen que el parecido no se halla en el signo sino en nuestra mente. Somos nosotros los que creemos discernir un parecido. Leemos el signo y, a partir de entonces, creemos descubrir en la forma del signo una relación formal con un aspecto de lo designado. Así, el signo que se lee "lugal", y designa a un rey, se compone de dos formas. En ellas, creemos reconocer a un ser humano de pie y de perfil, con una tiara o corona. Mas, en verdad, la tiara no es tal; ni podía serlo: los reyes no se representaban con una tiara, un atributo exclusivo de los dioses. Somos nosotros los que convertimos un signo o un gráfico abstracto en una dibujo naturalista, los que "necesitamos" establecer esta relación.
En verdad, no "leemos" o registramos "pasivamente" sino que "interpretamos" los signos, de alguna manera los "creamos". Nunca sabremos cómo eran "vistos" e interpretados. El sentido del texto es nuestro. Esto no es una limitación, sino la prueba de la grandeza del texto antiguo, capaz de despertar nuestra capacidad fabuladora.
Sin duda, una exposición que merece ser estudiada: http://www.smb.museum/smb/kalender/details.php?lang=en&objID=31969

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