domingo, 23 de junio de 2013

Educación y Política, o la vida peligrosa de los profesores universitarios (noticias de Siria)

Se acaba de leer y aprobar -con la mención más baja: Apto. Honorable- una tesis doctoral en Francia. Se ha tenido que aprobar.
La tesis estaba escrita en francés. La doctoranda no hablaba ni entendía prácticamente nada en francés. Apenas podía responder las preguntas del tribunal. Ha tardado siete años. La lectura era urgente. Y se tenía que aprobar. Sí o sí.
La doctoranda es un miembro de la familia de un alto dirigente del gobierno sirio, de la misma religión que el presidente.

El director de la tesis trató durante años de encauzar y corregir la investigación, forzando a la doctorando a documentarse más y mejor y escribir una y otra vez un texto muy deficiente, sistemáticamente copiado o plagiado de publicaciones científicas. Una llamada desde Siria, amenazándole con denunciarlo a la temible Mukhabarat (la policía secreta siria) como espía de Israel, forzó la convocatoria de la lectura de la tesis. Nadie quiere ni puede enfrentarse a este cuerpo.

La situación no era nueva. Ya el pariente de la doctoranda había tratado de realizar la tesis doctoral en Francia. No logró acabarla. De regreso a Siria obtuvo un alto cargo gubernamental. Llamó a su antiguo director de tesis exigiéndole que, ahora que estaba en el poder, le escribiera la tesis. El profesor se negó. Hizo falta numerosas sesiones de  diplomacia para impedir poner en peligro intereses y actividades franceses en Siria.

Durante el almuerzo, personas que han vivido y trabajado decenas de años en Siria comentaban que los acontecimientos actuales eran previsibles. De hecho, un arqueólogo predijo en 2010 que al año siguiente ocurrirían revueltas: las escasísimas precipitaciones en 2009 y 2010 anunciaban una muy pobre cosecha de cereales, por lo que mucha gente iba a pasar hambre.

Al parecer, la guerra civil en Siria no es tanto una guerra de religiones sino un enfrentamiento entre la Siria rica de algunas ciudades y regiones costeras y sureñas, y el resto del país, pobre y empobrecido. Pero, además, la dictadura se había endurecido. La policía secreta campaba a sus anchas. Cárceles de las que no se sale con vida, como una célebre, justo detrás de las turísticas ruinas de Palmira -que el sol dora al atardecer para solaz de los turistas-, se multiplicaban. Todas los contactos y conversaciones por teléfono y correo electrónico, toda la correspondencia eran sistemáticamente controlados, violados.

Para los turistas, Siria ofrecía la imagen de un país próspero y pacífico, bien organizado, con una buena red de carreteras y una excelente sanidad pública, un país laico, exótico pero occidentalizado: un sueño. Las tardes fumando una pipa de agua y tomando té en un célebre café cabe la parte posterior de la mezquita omeya de Damasco, eran recordadas, anheladas. La realidad, vivida desde el interior, era muy distinta. Un país de plomo.

Pero lo que quizá venga ahora podría ser incluso peor. Hasta los estudiantes en el exilio, opositores del régimen, ya no saben qué pensar ni qué desear.
El zoco de Alepo ha quedado reducido a escombros; la ciudadela bombardeaba, el minarete de la mezquita de Alepo derribado, la ciudad dividida en dos bandos. hoy, para llegar a Damasco, solo cabe la autopista que une Beirut a Damasco, segura. Se han interrumpido todos los vuelos a Damasco, incluso los de Egypt Air. La carretera que conecta Damasco con el aeropuerto no es segura.
El centro de Damasco, sobre todo el barrio cristiano, está a salvo. Los barrios que se extienden por las colinas que separan la capital del este, son pasto de revueltas y bombas.
El sitio de Apamea ha sido sistemáticamente violado por saqueadores. Mosaicos romanos, cortados en paneles transportables, extraídos ilegalmente de este yacimiento, se han encontrado hasta en anticuarios de Nueva York. Algunos han sido devueltos. Mal almacenados en museos como el de Alepo, se han deshecho.

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