viernes, 21 de junio de 2013

Hércules ante la encrucijada






Un simple motivo iconográfico en sarcófagos tardo-romanos, compuesto por una Y, remite a toda una concepción de la vida, según cuenta Gregorio Luri (www.elcafedeocata.blogspot.com) .

No se trata de una letra sino de un signo gráfico. Representa una encrucijada: una única vía se divide en dos caminos.
Este motivo remonta a Hesíodo, en el siglo VIII aC. Contaba este poeta que:

“También es posible elegir fácilmente la legión de los vicios.
Es llano el camino y muy cerca habitan.
Delante de la virtud los doses inmortales han puesto el sudor.
Y el camino que a ella conduce es largo, empinado y áspero, al comienzo. Mas, cuando llegas a la cima,

Te resulta ya fácil, a pesar de ser duro.” 
(Hesíodo, Los trabajos y los días, s. VII aC)

La vida se traduce o se plasma en un mapa: una senda que se bifurca y que obliga al detenimiento aunque no a detenerse. Tras meditar, se tiene que optar por una u otra senda. La vida, y la acción humana, se simboliza por un viaje, no a través de un espacio desconocido, sino de un territorio planificado, cuyas características se conocen así como la meta, pero que obliga a valorar, a sopesar las consecuencias de la elección. Razón y sentimientos se ven obligados a intervenir. Como en la muy posterior, barroco, Mapa de los Sentimientos de Madame de Sevigné -origen, como ha mostrado la exposición Cartografías, en Caixaforum, en Barcelona y Madrid, de Helena Tatay-, la vida aparece como un espacio organizado que desemboca ante una aporía: la elección que se toma es para toda la vida. No cabe vuelta atrás. El camino solo tiene un sentido.No se sabe qué opción tomar, mas una tiene que ser escogida pronto.

Según el sofista Pródico de Cos, a principios del s. IV aC, una figura mítica ejemplificó la difícil o imposible elección. Contaba, en efecto -al menos así lo narra Jenofonte, que Hércules llegó ante una encrucijada parecida. Dos figuras femeninas, lasciva una (llamada Felicidad o Vicio), virtuosa la otra (, le prometían una cómoda vida de placeres hasta el final, en un caso, y una vida austera, llena de dificultades y obstáculos, pero que culminaba, no en un lugar, sino en una sensación: la sensación o impresión de haber escogido la vía adecuada: "de todo lo bueno y bello, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo y dedicación". La senda áspera llevaba al descubrimiento y la asunción de la condición humana, a la revelación de la humanidad. La elección adecuada acarreaba el fin de los sinsabores. Se obtenía reconocimiento: "si quieres obtener honores de alguna ciudad, debes ser útil a ella".Aquél era el premio por una acción justa. El ser humano debía siempre actuar. El trabajo -el acto- era esencial para alcanzar a ser plenamente humano. La vida contemplativa -a la que podían dedicarse dioses y héroes- no era de recibo para el ser humano. Y estas acciones y decisiones implicaban la elección y el viaje por un camino imprevisible y duro, que conducía a la satisfacción de haber optado por la senda adecuada.

Fue seguramente gracias a Pródico que Hércules, conocido y admirado por haber sido un héroe civilizador que luchó contra los monstruos que impedían la vida en la tierra, se convirtió en el paradigma del ser humano: es decir, del ser que tiene que elegir, y asumir las consecuencias de su elección. El humano se convertía en un animal libre. Suya era el tipo de vida que obtendría. El destino no le marcaba la vida. Ésta era suya. Pero cualquier elección llevaba a un final y conllevaba consecuencias irreparables, para bien o para mal.

¿En calidad de qué actuaba Hércules? Resolvió felizmente una aporía. Supo hallar la senda correcta o juzga. Desdeñó la vía por la que se hubiera perdido, llegando a ningún sitio, la senda de la perdición.
Otras figuras supieron resolver problemas idénticos: hallar, sin dudar, una solución -una vía- a un problema ante el que no cabe si detenerse, quizá para siempre, o tomar el camino equivocado, el que lleva a equivocarse. Estas figuras míticas fueron, entre otras, Apolo y Dédalo; al igual que todos los que supieron seguir el "buen" camino con el que salir de un problema, una maraña de problemas, como los que se encuentran en la vida, o en la selva: un espacio, desordenado, caótico y oscuro, intransitable, sin duda, en el que fácil es perderse. Todas estas figuras eran oikistai: ecistes, es decir, fundadores. Figuras que transitaban sin problemas por la vida, y hallaron, para sí y para quienes les seguían, un espacio apto para la vida, la vida plena y verdadera, al final del camino. Un espacio dónde descansar para siempre, libre ya de peligros. 
Estas figuras eran quienes ordenaban el espacio -los caminos que abrían, por el que circulaban por vez primera, llevaban a lugares donde era posible asentarse. Eran urbanistas y arquitectos: fundadores de nuevas ciudades, de nuevos espacios en los que la vida se enraizaba. La travesía por el desierto, la selva, o las áridas montañas, por las que Hércules transitó, llegaba a su fin: una nueva vida aguardaba, una vida que había sido puesta a prueba, y que aparecía como un bien.
Hércules en la encrucijada era un arquitecto: un creador de espacios, libres de todo aquello que ponía en peligro la vida -célebres y recordadas eran las luchas de Hércules con monstruos por todo el Mediterráneo-, que conducía a quienes le seguían hacia un lugar dónde vivir "bien". Pues hacer arquitectura no implica siempre construir sino hallar dónde se podrán levantar -o instalar- vidas, que yo no tendrán que seguir perdidas buscando un espacio propio: un hogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario