viernes, 23 de mayo de 2014

El origen de la pintura (Çatal Hüyük)






Campamento de refugiados sirios cabe Çatal Hüyük (2014)


Bóveda (2008) que cubre uno de los dos asentamientos excavados en Çatal Hüyük






 El paisaje de Çatal Hüyük
























Fotos: Tocho, Çatal Hüyük (Turquía), mayo de 2014

Tras pasar un misérrimo y descuidado campamento de refugiados sirios montado por las Naciones Unidas (UNHCR, o ACNUR en España), en medio de un campo de basura, cerca de Konya (Turquia) -donde "rebeldes" sirios circulan por el centro de la ciudad en coches con altavoces en el techo lanzando proclamas atronadoras y quizá  intimidantes-, el yacimiento neolítico de Çatal Hüyük -un pueblo, único y dividido en dos asentamientos posteriormente, a partir de principios del VII milenio, en medio de marismas -como dos mil años más tarde, las primeras ciudades del sur de Mesopotamia, Uruk y Eridu, por ejemplo-, no ha cesado de ofrecer piezas y restos ni de dar lugar a nuevas interpretaciones de lo ya excavado desde 1953.
El suelo cubierto de esteras de un buen número de viviendas posee un desnivel que aísla un espacio, al parecer dedicado a tareas "limpias", que alberga tumbas. Los muertos solían ser enterrados debajo de las viviendas. Quizá se convirtieran así en ancestros. Una tumba doméstica albergaba al cadáver de una mujer, enterrada de lado y en posición fetal, que agarraba una calavera cuyo rostro había sido reconstruido con yeso pigmentado, y que podría haber sido venerado como un antepasado.
Precisamente la función de la pintura o de los pigmentos, consistente en animar a los difuntos convertidos en seres de otro mundo, habitantes de éste, repercute quizá en un hecho curioso. Algunos muros de las viviendas de Çatal Hüyük están cubiertos de frescos con escenas de caza  o posiblemente festivas o ritualísticas. Estos muros son siempre los vanos contra los cuales descansan las tarimas. Se diría que podría haber existido una relación entre la pintura y los difuntos.
La pintura -la representación bidimensional pintada- no había servido así, en primer lugar, para ornar a los vivos ni para convertirlos en seres sagrados, sino que habría sido empleada para devolver a la vida a los difuntos, estableciendo así un puente entre dos mundos, como si la pared pintada fuera un velo que conectara los vivos con los "renacido" -convertidos en antepasados. Las escenas pintadas mostrarían la renovada vida del difunto, no en el País de los Muertos, o el Más Allá, sino en el Más Acá, en Çatal Hüyük mismo.
La pintura, el maquillaje, las máscaras, animan, transforman y transfiguran. El color logra que la lívida faz de los muertos irradie -no sin que su "otredad" se mantenga. Devuelve a los muertos a la vida, que no es la vida en la tierra, aunque sí entre los mortales. La pintura reanima, pero también ciñe a un espacio dado -que es el espacio de la pintura en el que se descubre, como a través de una ventana, un mundo que se asoma al nuestro.
La pintura es un arte para los vivos solo indirectamente; los difuntos resucitados gracias a la reanimación del cuerpo y de la cara, se asientan en las moradas de modo que no se conviertan en almas en pena, y protejan con eficacia a los vivos. La pintura posiblemente fuera -¿es?- el medio más eficaz para luchar contra los muertos: domesticándolos -todo y manteniendo las distancias-, y animándolos para siempre.

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