jueves, 22 de diciembre de 2016

Lo inútil

Los castores levantan pantanos con ramas entrelazadas, las hormigas alzan estrechos hormigueros con sus cuerpos unidos por las patas, un mono hurga en una concha con un palo; y los nidos son metáforas de un hogar perfecto.
Los animales construyen. Producen útiles con los que mejoran su vida, y logran alcanzar allí donde no llegan tan solo con sus miembros y su fuerza.
Pero los humanos hacen algo distinto: imitan útiles inútiles. Tallan sílex hermosos: piedras perfectamente talladas, cuyo perfil se organiza alrededor de un eje vertical de simetría, imposibles de manejar debido al canto constantemente afilado, pero que satisfacen a la vista y, quizá, parecen poseídos por una fuerza sobrenatural: deslumbran, irradian. Los hombres son los animales que fabrican entes en los que se proyectan, gracias a los cuáles sus esperanzas (de vida, aquí, allí) mejoran pese a que nada pueden "hacer" u obrar mediante dichos entes. Entes inútiles precisamente para que no puedan ser utilizados -gastados y desechados- sino admirados, cuya importancia no reside en su perfecta adaptación a la mano, su capacidad de prolongar el brazo y mejorar el gesto, sino en su superficie en la que el hombre se mira y deposita sus deseos. Son útiles que nos influyen, que guían nuestras vidas, que nos dicen cómo actuar, que nos transmiten valores acerca de nuestras decisiones y acciones, objetos tan vivos y valiosos que tienen como misión acompañar a los difuntos en el tránsito y velar por ellos en el mundo de los muertos.
Los animales son prácticos. saben aprovechar recursos, mejorar el entorno. Los humanos, en cambio, sueñan con otro mundo -dan la espalda a éste, a menudo: existen (aún) tribus que viven voluntariamente a la intemperie, bajo lluvias torrenciales, pero que construyen abrigos para sus fetiches porque solo los espíritus son dignos de cobijarse- poblado de seres y enseres que han inventado y han animado. Somos humanos porque preferimos el sueño a la acción práctica, y porque ésta, cuando sucede, aspira a lo imposible: alcanzar lo que se halla más allá.
Por eso, las humanidades, la teoría y la historia del arte y la arquitectura, el arte deberían ser enseñanzas básicas: nos enseñan a aspirar a algo distinto a la vida rutinaria, aceptando los peligros que acarrea el asomarse a otros mundos -que hemos creado, irreales y sin embargo irresistibles.

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